sábado, 28 de noviembre de 2009

A ‘GRANERO’ LO QUISIERON HACER SANTO AL DESCUBRIRSE, 38 AÑOS DEPUES DE SU MUERTE, QUE SU CUERPO ESTABA INCORRUPTO



El torero valenciano Manuel Granero Valls ocupó poco tiempo el primer lugar del escalafón taurino, pero su breve paso por el toreo fue glorioso. El toro Pocapena, de la ganadería del duque de Veragua, lo mató de la manera más horrenda y trágica que haya tenido torero en la historia de la tauromaquia. Treinta ocho años más tarde la afición valenciana (1960) quiso hacerle “santo”, pues al hacer su familia unas obras de mejora en el panteón donde reposaban sus restos, se descubrió que el cuerpo de Granero permanecía incorrupto, noticia que corrió como la pólvora por Valencia y que aquel mes de noviembre de 1960, fecha del descubrimiento, ocupó las primeras páginas de todos los periódicos valencianos.
La muerte de Granero no obstante estuvo marcada por señales y presentimientos tiempo antes de que se produjera. Así lo contó años después su banderillero Blanquet, que fue peón de Joselito y lo vio morir en Talavera, y después fue subalterno de Granero y también vivió de cerca la tragedia aquella tarde del 7 de mayo de 1922 en Madrid. Blanquet dijo que las dos aciagas tardes ambos toreros antes de salir a la plaza “olían a muerto”. La muerte de Granero reunió además dos circunstancias. Por un lado el torero valenciano ocupaba el trono vacante dejado por Joselito a su muerte y por Belmonte que se había retirado. En esos momentos era el “rey de la Fiesta”. De otro lado su muerte ha sido la más violenta que se ha producido en los ruedos a lo largo de la historia del toreo, pues además de darle varias cornadas en los muslos, el toro Pocapena le reventó la cabeza contra el estribo de la barrera al meterle un cuerno por el ojo derecho. Cuando lo llevaban a la enfermería como a un guiñapo, el torero había perdido la masa encefálica y le colgaba de la cara el ojo derecho. La visión fue esperpéntica.
Dicen que fue una muerte anunciada y que los últimos meses de su vida estuvieron llenos de malos augurios. Como por ejemplo que ese año de 1922 la actriz Maximiliá Thous estrenara en el Teatro Ruzafa de Valencia dos obras en el mismo cartel: “Granero Club” y “Pocapena”, dos palabras que unos meses antes de la muerte del torero estuvieron juntas en cartel. También meses antes de torear en Madrid, Granero fue invitado a una fiesta en su ciudad natal y una pitonisa que había allí, le pronosticó delante de su tío Paco Juliá y de su mozo de estoques Finezas, que Manolo moriría en un 7, un 14 o un 21 de mayo. Su muerte se produjo el 7 de mayo en Madrid. El día de la mortal cornada se vistió de torero en casa de su amigo y paisano el periodista Manuel Gómez Domingo “Rienzi” en la calle Marqués de Urquijo, en el barrio de Moncloa. “Rienzi” siempre dijo que aquel fatídico día el torero le confesó que se encontraba pesimista. Ese día 7 de mayo y a la misma hora de su muerte, el Real Madrid goleaba en el Bernabéu 6-1 al equipo inglés Civil Service. Granero vistió para la ocasión un terno azul marino y oro, y alternó con Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda que confirmaba su alternativa.
A Dolores Redondo, esposa del periodista Rienzi, aquella tarde le ocurrieron dos cosas que la dejaron perpleja. Como cada tarde que toreaba en Madrid Granero, ella se iba a la Iglesia del Buen Suceso a rezar por el torero. Allí le encendió un cirio para que no le pasara nada malo y se puso a rezar. A los pocos minutos el cirio se cayó violentamente al suelo y la mujer se llevó un desagradable sobresalto. Se asustó mucho y sintió que el corazón se le encogía. Dolores Redondo optó por regresar a casa y esperar allí el regreso del torero y de su marido. En el momento de entrar a su casa acababa de saltar al ruedo Pocapena. Al llegar allí se asustó aun más al comprobar que en el aparador del salón se había apagado sin causa aparente una lamparilla que le había puesto a la Virgen de los Desamparados antes de salir. El cirio y la lamparilla fueron dos malos augurios y pensó en ese momento que a Manolo Granero le iba a ocurrir algo muy malo. Pocapena, según contó semanas después Manuel Valdés Larrañaga, yerno del duque de Veragua, era un toro extraño. Dijo que el mayoral y los vaqueros de la ganadería lo consideraron siempre un animal huraño y solitario, que se retiraba solo y apartado del resto de manada a un montículo que había en la dehesa. Pocapena era un toro cárdeno, bragado, grande, gordo con mucha cabeza y unos pitones como puñales, era astifino y según cuentan las crónicas... burriciego y con tendencia a acostarse por el pitón derecho. A Granero lo enterraron el 9 de mayo de 1922 entre escenas multitudinarias de dolor y pena protagonizadas por gentes de todas las condiciones sociales.
El 3 de noviembre de 1960 en Valencia surgen dos noticias que acaparan las portadas de los periódicos: una el homenaje a la ilustre valenciana Lucrecia Bori, la gran diva del Metropolitan de Nueva York, y la otra surge en el cementerio de Valencia. Al parecer Manolo Granero había sido desenterrado y se había descubierto con estupor que su cadáver se conservaba incorrupto. La imaginación popular de los valencianos hizo el resto y convirtieron por unas semanas al torero violinista en “santo incorrupto”. Ese día 3 de noviembre de 1960 Lucrecia Bori y Manolo Granero, 38 años después de su muerte, fueron los máximos protagonistas en los periódicos locales.
Lo ocurrido lo contaba su propia hermana Consuelo Granero Valls (que aparece en una de las fotos que mostramos junto a la tumba del torero), a todos cuantos entraban al estanco que regentaba en su barrio. Todo ocurrió al parecer, cuando la familia tuvo que hacer unas obras de mejora en el mausoleo y panteón familiar y apareció el cuerpo del torero incorrupto y amortajado tal como lo enterraron 38 años antes. Ella no se cansaba de decir: “Manolo era un ángel, era un hombre muy bueno”, y estas afirmaciones que las hacía un día y otro a periodistas y clientes que por allí llegaban a comprar tabaco y conocer de primera mano la noticia, contribuyeron sin duda a aumentar aún más la psicosis de “santidad” del infortunado Granero. Lo ocurrido la contó doña Consuelo con estas palabras: “Yo pretendía saber como se abría el mausoleo para en el futuro hacer algunos arreglos. No pensaba encontrarme con una caja de plata exactamente igual a la de Joselito. Los obreros llevaban más de tres horas intentando mover las piedras, y me pidieron permiso para levantar la tapa del ataúd. La sorpresa fue extraordinaria, pues pensaba encontrarme con un montón de huesos y vi allí aquella cara que era la suya, la misma que tenía amortajada al día siguiente de la cogida. A los obreros se les cambió el color de la cara. Palidecieron... Y yo me quedé muda. No pude resistir y rompí a llorar. Mejor hubiera sido no verlo... ”.
Lo cierto es que el hecho suscitó un gran revuelo en Valencia, tanto que la misma Iglesia valenciana presionó al Ayuntamiento de la capital para que se creara una Comisión que investigara lo ocurrido, pues toda Valencia quería elevar ya a los altares al pobre Manolo Granero. El médico forense municipal, un tal Luís Valls, reconoció que se trataba sin duda de un caso muy raro y singular, pues la incorruptibilidad de los cuerpos solía darse cuando estos eran enterrados bajo tierras calizas, pero este no era el caso.
Días más tarde y tras interrogar una y otra vez a doña Consuelo se encontró una explicación científica y lógica a este inusitado suceso. Ella misma relató que el torero fue embalsamado varias horas más tarde de su muerte en la misma enfermería de la Plaza de Toros de Madrid, para que el cadáver fuera trasladado a Valencia de manera adecuada. El embalsamamiento fue realizado por los doctores Manuel Fritz y Enrique Slocker. Doña Consuelo Granero, dio aún mas detalles sobre el asunto, pues al parecer la familia tuvo que pagar por este trabajo nada menos que la cantidad de 7.500 pesetas de aquellos años, una cantidad desorbitada para 1922, por lo que hace pensar que estos dos doctores eran unos especialistas extraordinarios que hicieron su trabajo a conciencia.
Así pues, con las explicaciones científicas que se dieron y que fueron publicadas en los periódicos locales, se fue apagando poco a poco el fulgor popular sobre la “santidad” del desafortunado Manolo Granero, que finalmente no fue proclamado “santo” por la Iglesia, pero el hecho en sí dejó pasmados durante unas semanas a toda Valencia. A pesar de todo, no deja de ser extraordinario que después de 38 años se mantuviera incorrupto e intacto el cuerpo del torero.

viernes, 27 de noviembre de 2009

LA POLEMICA DE LOS “CANTAMAÑANAS”




Resulta que yo ya había enterrado el hacha de guerra con el asunto del denostado Trofeo Manolete y el ninguneo con que los miembros del jurado de dicho premio vienen desde hace dos años castigando al torero cordobés José Luis Moreno, y llega A.Sanz y comienza a atacarme desde la revista “Córdoba Taurina” que edita la Federación Provincial Taurina de Córdoba, acusándome de haberles insultado por llamarles a todo ese grupo de jueces (“sabios del toreo” diría yo) “pandilla de Cantamañanas”. Yo no sé los conocimientos que del idioma español tiene A.Sanz, pero si se los que tengo yo, pues al fin y al cabo llevo mas de treinta años ganándome la vida con mis escritos. Por eso, porque domino mi lengua porque es el instrumento del cual vivo no acuso a nadie, de manera baladí y temeraria, ni de insultar ni calumniar, porque ambos conceptos son iguales y están tipificados en el código penal como un delito de faltas ¿no es cierto?...y yo no soy un delincuente. Soy simplemente un periodista que tiene el privilegio y también la servidumbre de contar lo que ve como un notario y opinar sobre ese asunto, sin considerarme ni más ni menos que nadie.
Como quiero la paz y no la guerra, como deseo cerrar este espinoso capitulo (sobre todo doloroso para el torero José Luis Moreno) sin derramar mas sangre ni enemistarme con nadie le voy a hacer un favor al señor A.Sanz, y le voy a explicar qué entiende el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española por “cantamañanas” para que no confunda mas un calificativo despectivo con un insulto. En la lengua española, un “cantamañanas” es:
“la persona informal, fantasiosa, irresponsable, y que no merece crédito. Persona que habla de lo que no sabe. Soplagaitas, fanfarrón. Un comprometedor, alguien que no actúa según lo que dice. Por ejemplo: el presidente de la comunidad de vecinos de una casa puede ser un cantamañanas, si siempre anda prometiendo mejoras que luego nunca se realizan. Así, a bote pronto, un cantamañanas es alguien que habla de lo que no sabe, pero lo hace con tanto convencimiento que todo el mundo acaba creyéndole”.
Bueno pues ya le vamos aclarando al señor A.Sanz y a los demás miembros del jurado del Trofeo Manolete que los cantamañanas son endémicos en ciertos sectores del esfuerzo humano, tal como puedan ser los toros. Un “cantamañanas” es pues un sabelotodo….Dice el diccionario que un “cantamañanas” es una persona informal, fantasiosa, irresponsable, que no merece crédito. Los hay en todas partes, incluso entre los que mantienen pose de pensadores insignes y grandes profesionales pero que se han quedado en meros “buscones mediáticos”. La fatalidad es que sean poseedores de asientos elevados desde donde enseñar e impartir doctrina. Es una desgracia ver como sujetos reconocidos en algún momento con dignidad casi pontifical, buscan su autoridad y consideración social en función de su presencia mediática: ¡mal termómetro de autoridad para filósofos! Son los cantamañanas seres irreflexivos, tarambanas, insensatos….
Bueno pues todas esas cosas pueden significar “cantamañanas”… según a que situación, circunstancia o hecho lo apliquemos. En resumidas cuentas, una persona falta de crédito y que habla de lo que no sabe, parece lo más acertado en relación a la decisión que ustedes tomaron respecto a José Tomás y a José Luis Moreno. Según veo y aprecio, el señor A.Sanz casi me echa la culpa a mi de que aquel día el coso de los Califas no tuviese ni un cuarto de plaza incluso pone en duda que yo no estuviera allí el día 24 de mayo calificándome con sorna de sabelotodo, de tener una infalibilidad papal y que me salto a la torera….y no se qué historias mas de ciencia y ficción sobre mi profesión de periodista….Le confieso que los argumentos que usted da en su escrito para justificar lo injustificable son un claro insulto a mi inteligencia… y todo porque no soy matador de toros, ni subalterno, ni veterinario especialista en el toro bravo. Le recuerdo al señor A.Sanz que el cronista taurino Joaquín Vidal o el mismo Zabala, o cualquier crítico taurino de la actualidad ni es torero, ni subalterno, ni veterinario… y sin embargo entienden de toros. ¿Qué es lo que me quiere usted decir que yo no entiendo de toros….? Pues dígamelo a la cara….pero sabiendo quien soy yo en materia taurina, que llevo cerca de trece años escribiendo de esta materia en la revista taurina cordobesa La Montera. Sabiendo de mí que he impartido en Córdoba en estos últimos años tres conferencias cuyos títulos son: “Reflexiones y vivencias en torno al currismo” (en la Tertulia Taurina La Montera), “Antropología de la Fiesta desde sus orígenes a nuestros días y su influencia en la sociedad actual” (en el Hotel Gran Capitán invitado por la dirección del citado hotel con motivo de la Feria de Mayo) y “Presencia de la mujer en la Fiesta de los toros” (en la Peña Taurina El Castoreño del Círculo de la Amistad, donde fui presentado por Rafael Salinas), y sepa además que he recorrido media España desde Alicante a Ciudad Real, desde Madrid a Valladolid… dando innumerables conferencias sobre la Fiesta de los Toros porque puedo darlas fundamentado en mi formación cultural, humana y taurina, y porque nada de lo que sé me lo ha regalado nadie ni me ha tocado en la tómbola de los amiguetes... Como le dije antes señor A.Sanz, sus argumentos son lamentables. Para cerrar por mi parte este desagradable asunto, solo decirle que me reitero en mi calificativo hacia el jurado del Trofeo Manolete, porque todos los que formaron parte de él, sufrieron el síndrome del deslumbramiento del rebufo de muerte que envuelve al misterioso José Tomás, un torero diferente y con personalidad, fundamentalmente porque pasa mas tiempo en el aire que con los pies en el suelo….y eso le ocurre por falta de técnica, cosa que en estos momentos le sobra a José Luis Moreno. Y es que este era el segundo año que le negaban este Trofeo a este torero cordobés al que un sector de la afición le está negando injustamente el pan y la sal. Todo esto me recuerda a la lamentable relación que la afición de Córdoba mantuvo con Manuel Rodríguez Manolete cuando aun estaba vivo.
El Trofeo Manolete, señor A.Sanz, tal y como esta concebido, en su gestión y concepción, se ha quedado trasnochado. Este galardón no es como un concurso literario taurino o un concurso de fotografía taurina, en el que participan unos concursantes anónimos y donde obligatoriamente debe de actuar un jurado que delibere sobre todos los trabajos presentados. El Trofeo Manolete juzga la labor de toreros y ganaderos durante la Feria de Mayo de Córdoba. Llegados a este extremo quiero hacer una propuesta a sus organizadores que es abrir este concurso a la participación ciudadana. Abrir estos Trofeos a la afición de Córdoba para que e haga valer su opinión y no sea solo la de diez personas sean del estrato profesional que sean. Las nuevas tecnologías nos permiten muchas posibilidades para la comunicación entre los humanos. La organización del Trofeo Manolete podría crear una página web o un blog solo y exclusivamente para otorgar estos trofeos. Los aficionados podríamos de esta manera votar a los triunfadores de la feria o bien por Internet o bien por SMS o llamando con móvil a un 905, que es una buena manera de ingresar fondos para la financiación de todos los gastos que generan estos galardones. Los votos externos valdrían el 50 % y para el jurado quedaría la potestad sobre el 50% restante. De esta forma se evitarían conflictos y polémicas siempre desagradables y no deseables. En estos momentos el jurado del Trofeo Manolete es todopoderoso, infalible, papal y absolutamente cerrado y anacrónico, antidemocrático y nada participativo. Si no queremos que el año próximo ocurra otro escándalo similar a este, el Ayuntamiento comunista de Córdoba, que es tan democrático y participativo debería de escuchar mi propuesta. Se que no la escucharán porque ha salido de mi. De Rafael González Zubieta “El Zubi”.






jueves, 26 de noviembre de 2009

UNA TEMPORADA MARCADA POR LA CRISIS

Tal como titulo pienso que esta temporada ha estado marcada por la crisis económica, que ha dejado los tendidos de las plazas de toros españolas semidesnudos. Esta crisis, por el efecto dominó, ha tenido su reflejo en todo el sector que rodea al toro bravo: ganaderos, empresarios, transportistas, y como es natural también la han notado los toreros, aunque siempre los males se ceban con los mas débiles, con los mas humildes. Se han dado bastantes menos espectáculos que otras temporadas y las Ferias han sido naturalmente mas cortas. No voy a hablar aquí de política ni de Zapatero y su Gobierno (aunque ganas no me faltan créanme), sino de toros y de toreros que es lo que nos interesa aquí. Lo que trato de hacer en este escrito es un balance de una temporada que, en cuanto a lo artístico, nos ha dado más de lo mismo que otras pasadas. Nos ha dado cosas a las que ya estamos acostumbrados: un José Tomas selectivo y escrupuloso, volando siempre por los aires y arrimado a Barcelona por el recuerdo del espejismo de Manolete. Allí ha realizado varias gestas importantes…seguramente las últimas pues como saben, el Parlamento catalán ha cursado a trámite una Iniciativa de Ley propuesta por una pandilla de catalanes demagogos antiespañoles, de los que ya hablé en un artículo publicado en la revista La Montera hace unos meses, y por el que he recibido duras críticas en internet de un anónimo descerebrado (en una web que no se ni de quien es…y que ni siquiera te da opción a responderle) que me llama “plumilla” y que se me ve el “plumero”. Yo debo de decir en mi defensa que no tengo “pluma” ninguna y que el “plumero” lo tenemos guardado en casa en el armario y se usa exclusivamente para quitar el polvo a los muebles. No tengo pluma sencillamente porque me gustan las mujeres a rabiar y…en fin yo a mis años….y en esto del oficio de periodista… como poco soy ya un “plumón”. Lo que si es evidente que yo al menos tengo la decencia y la tenacidad (por no decir otra cosa) de firmar todo cuanto afirmo en mis escritos sin esconderme.
Volviendo a la temporada no puedo dejar de apuntar la batalla en los ruedos del francés Sebastián Castellá para el que cada corrida es una batalla a muerte, ni podemos olvidar el inmenso arte de Morante de la Puebla que este año en la feria de San Isidro dejó patas arriba a los del Tendido 7, porque mejor no se puede torear con el capote. Sin duda el de la Puebla del Rio es el heredero natural del arte de Paula y de Curro en estos momentos y el torero más artista del escalafón. Citar la mala racha de Manuel Jesús EL Cid, lo bien que torea Jose Mari Manzanares y los graves percances de El Fundi "el gladiador".

Y ya haciendo balance de lo más cercano a nosotros no puedo pasar sin citar como algo resaltable de esta temporada que se nos fue, la inmensa injusticia con que los miembros del jurado del ya denostado Trofeo Manolete, trataron al torero José Luis Moreno. Y miren ustedes que mido bien mis palabras y digo miembros del jurado y no Córdoba, porque la afición de Córdoba si ha dado al torero del Valle de los Pedroches el sitio que merece un grandísimo torero. Y permítanme que lo catalogue como grandísimo porque su gesta en el mes de agosto en Madrid ante su lote de Vitorinos merece el calificativo que le he dado. Ya estoy deseando que llegue la próxima temporada para verlo torear y seguro que triunfar de nuevo, y ver también que cartel inventan los de la PlazaJosé Tomás torear Vitorinos. Por qué será…? ...tal vez porque esos toros de su pueblo (Galapagar), de Córdoba para la feria de Mayo, espero que supere a esa obra de arte de las artes graficas que ha sido el del 2009. Lo que todavía no he visto es a como te echen mano te mandan al hule eterno para siempre. Y para terminar solo decir respecto al escalafón actual: que ni están todos los que son…ni son todos los que están. A buen entendedor buenas palabras bastan.


miércoles, 25 de noviembre de 2009

EN HOMENAJE A MATIAS PRATS, ESE BUEN AMIGO... ESE GRAN MAESTRO

La muerte no hace distinciones y cuando llega nuestra fecha, la “parca” entra silenciosa en nuestras casas con su guadaña, y nos arranca de cuajo a nuestra gente. Después nos acompaña en ese viaje eterno y desconocido del que, al parecer, nunca se regresa. A Matías Prats le llegó su hora y se fue en silencio, en contra de lo que era su costumbre. Todos sabíamos que estaba mal, pero es que la muerte... es algo que aunque estemos familiarizados con ella, siempre nos sorprende e impresiona cuando llega y nos arrebata a algún ser querido, y Matías es una ser querido por muchos cordobeses, y digo que es querido, porque aun no acabo de digerir su marcha. Se produjo precisamente unas horas después de que saliera la revista La Montera en la que se incluía el último capítulo de la “Historia de la Prensa Taurina en España” en el que le citaba y le mandaba mi afecto, mi cariño e inmensa admiración profesional. Seguro que no le dio tiempo de leerlo. De lo contrario me habría llamado para darme las gracias por la cita. Él era así, tenía siempre las palabras justas para todo el mundo, a cada uno las suyas. Era un tío genial. ¡Qué fatalidad!. ¡Cuánto he sentido su muerte, caray!.
Hoy quiero contarles algo, que poca gente conoce y que me ocurrió con él en Granada en el mes de junio de 1990, y que refleja la inmensa profesionalidad que tuvo. En aquellas fechas yo era el director de Canal Sur Televisión en la ciudad del palacio rojo. Tenía la costumbre de grabar con mis cámaras todas las corridas de la Feria del Corpus para mandarlas al añorado programa taurino que en mi cadena hacían con tan buen gusto Joaquín Gordillo y Andrés Dorado. Yo siempre me iba una hora antes de que comenzara el espectáculo, para colocar las cámaras y solventar cualquier eventualidad que pudiera surgir a última hora. Aquel año vi a Matías en el patio de caballos con su micrófono al hombro, hablando con picadores y banderilleros, y tomando notas como un poseso. Llevaba ya varios años jubilado y la verdad... me extrañó verlo allí en plena faena. Unos minutos más tarde se sentaba en un tendido de sombra, con su micrófono y su transmisor, muy cerca de donde me encontraba yo con mis cámaras. Me acerqué a saludarlo (estaba deseando hacerlo desde que lo vi una hora antes) y él me correspondió con un cálido abrazo. Cuando le pregunté si se acordaba de mí me respondió con una sonrisa abierta: “¡Cómo no me voy a acordar del mejor periodista de Córdoba, llamado Rafael González Zubieta, alías “El Zubi”, tormento y látigo de políticos del “rojerío” y de todos los bellacos y malandrines que circulan por la ciudad de los Califas, orgullo y honor de su patria chica Lucena, cristiana, judía y mora... tierra de guapísimas mujeres!...
Tengo que confesarles que su respuesta me dejó completamente “acojonado” (y perdónenme la expresión) por varias razones: primero por tener esa memoria tan impresionante para aportar el dato preciso en el momento oportuno, cuando hacía años que no nos veíamos. Tendría él en aquellos días unos 78 o 79 años. Y luego me dejó boquiabierto con su manera de describirme con ese verbo robusto y florido, lleno de plasticidad de generosidad, que surgió de su boca a borbotones en pocos segundos como agua de un manantial. Le conté lo que yo hacía allí en Granada y él me dijo que lo había contratado la cadena COPE para retransmitir la Feria del Corpus granadina. Un tanto imprudente le dije yo: “¿pero Matías tú no te habías jubilado ya...? e imperturbable y con la misma sonrisa me respondió: “me jubilaron en la ”erreTuveE”, pero de esta profesión sólo me puede jubilar Dios cuando me toque, querido amigo Zubi”. Desgraciadamente llegó hace poco su jubilación, pues Matías se puede decir que se ha ido como se fue Ladis Padre: “con las botas puestas”. Después me despedí de él. Le di un abrazo emocionado y sólo pude decirle:”Matías, eres un monstruo de esto”.
Comenzó la corrida y cada uno nos pusimos en lo nuestro, él hablando hasta por los codos y yo con mis cámaras viendo y anotando las vicisitudes de la corrida al compás de la grabación para retener las secuencias mas interesantes del espectáculo. De vez en cuando miraba al viejo maestro que estaba allí cerca de mí, trabajando, y me puse a reflexionar y me quedé perplejo de ver, como un periodista de su edad conservaba aun la ilusión de un principiante: cogiendo notas y ordenando sus fichas con las que ilustrar la narración de la corrida, haciendo pruebas de sonido con el técnico de la emisora y saludando a diestro y siniestro a todo el que le decía alguna cosa. Estaba claro que era un fuera de serie.
Años más tarde, cuando yo vivía ya en Sevilla y era director de los Servicios Informativos de CSTV, Matías me telefoneó un día a casa, para que le solucionara una cuestión con una colaboración que estaba haciendo en esas fechas en la televisión de Andalucía. Tenía más de 80 años y seguía en la brecha. De nuevo me dio una lección de periodismo, de profesionalidad y de humildad, pues un “Dios del Olimpo” como era él en este oficio, se dignaba a hablar con un “humilde humano” que soy yo y para pedirme un favor….y es que era sensacional ¿no creen?.
De Matías Prats podría yo decir muchas cosas y buenas. Lo que ha significado en la radio española y en el periodismo, cosas que ya estos días posteriores a su muerte, se están publicando en emisoras de radio y en periódicos. No quisiera yo ser reiterativo pues todo cuanto se dice de él es verdad. Sólo añadir que al apagarse su palabra y su poderoso verbo, se apaga la radio del siglo XX y se pasa una página en la historia de la radiodifusión española. Matías fue la radio española del siglo XX, más conocido por sus retransmisiones de fútbol, aunque más aficionado él a los Toros que al fútbol. Pero sobre todo, con su muerte lo que hemos perdimos todos fue a un buen amigo y a una persona muy entrañable y buena. Si existe Dios..., si existe Cielo..., si hay otra vida después de esta que vivimos, estoy seguro que Matías estará ya con Antonio Salmoral allá arriba, junto a todos los grandes toreros y futbolistas que él tanto ponderó. ¡Hasta que nos veamos de nuevo por ahí, Matías!

EN HOMENAJE AL VIEJO MAESTRO “LADIS-PADRE”



Se dice con frecuencia que el paso del tiempo puede con todo y yo creo que eso no es exacto del todo, que hay personas cuya memoria es inmortal y no morirán nunca. Este es el caso del periodista y fotógrafo cordobés Ladislao Rodríguez Benítez “Ladis-Padre”, un profesional de los de antes lleno de sabiduría senequista y buen humor, que junto a Ricardo, Antonio Salmoral y Framar formaron una pléyade de extraordinarios reporteros gráficos que han dejado honda huella en el periodismo cordobés. Hace poco estuve en Córdoba y pasé por la calle Málaga donde antaño estuvo ubicado el restaurante La Hostería. Sentí una profunda nostalgia y pena por los daños que la piqueta ha producido ya de manera irreversible en esta ciudad. Tampoco olvido al personal que nos atendía tan amablemente allí, a quienes sometí a ser actores de la vida por un día al incluirlos en un folletín novelesco que hace muchos años publique en el Diario Córdoba con el título “Diario de un Rodríguez”, pues allí en La Hostería acudíamos a comer todos los Rodríguez de Córdoba.. Aquel establecimiento era el cuartel general de Ladis-Padre y mío también, lugar diario de refrigerio, alimentación y diálogo con los amigos al mediodía. Yo era uno de los asiduos en comer allí todos los días con él, pues en aquellos años aun andaba yo soltero y sin compromisos. La hora de comer era para nosotros como la oración del mediodía y la cita a la amistad. Siempre mantuvimos una cordial relación de amistad, reforzada tal vez por nuestras mutuas aficiones a los toros, a los pájaros y a su propio hijo Ladis. Como no podía ser de otra manera, allí en La Hostería vino a buscarle fatalmente la “parca” con su guadaña un inesperado día del mes de octubre de 1988, para acompañarlo en su último y misterioso viaje hacia un destino eterno y desconocido. Ladis murió con las botas puestas, con su cámara colgada al hombro y en plena actividad laboral. Murió como los buenos…pegando tiros. La Hostería como Ladis ya no existen sino en nuestra memoria, pues la piqueta y los intereses comerciales la hicieron desaparecer. Sin embargo el recuerdo de Ladis perdura en mí y seguirá vivo siempre en la memoria colectiva de Córdoba, por eso escribo estas palabras ahora reflejadas en tinta impresa para que no se olvide nunca. Aquel hombre…con su andar pausado, sus muletas, su mochila al hombro repleta de cámaras fotográficas…que buena gente era…Y es que este hombre dejó una huella profesional, artística y humana indeleble a través del objetivo de sus cámaras.
Sé por su hijo, que su gran ilusión profesional era sacar a la calle una revista de toros, y ese sueño lo hizo realidad para él su hijo Ladislao Rodríguez Galán con la revista La Montera. Ahora yo tengo el privilegio de escribir todos los meses en esa magnífica publicación, y cuando me sale un buen artículo o reportaje, miro al cielo, alzo mi mano y le digo a Ladis-Padre en voz baja: “va por usted maestro”. Me gustaría decirle ahora, que me siguen gustando los pájaros. Que hora crío “trinados” e “híbridos” y que esta temporada me nacieron cuatro preciosos polluelos. Lo que daría yo si pudiera regalarle uno... o cambiárselo por otro de los suyos, tal como hacíamos antes.

A MIS PADRES, QUE ME AFICIONARON A LA FIESTA



Cuando yo era chico, recuerdo que jugaba a torear con mis hermanos en la puerta de mi casa, en Lucena, en plena calle del Agua o Juan Jiménez Cuenca, como rezaba entonces en los carteles. A penas si pasaban coches por allí. Era tal la nulidad de tráfico rodado en aquellos días, que podían jugarse partidos de fútbol de dos horas sin ninguna interrupción. Fue mi padre quien puso dentro de mí la semilla para que me aficionara apasionadamente a la Fiesta. Los cuatro hermanos éramos muy chicos cuando mi padre, Francisco González Huertas, nos llevaba de la mano a ver los espectáculos cómicos-taurinos y algunas becerradas a aquella preciosa plaza de toros que tenía Lucena a la salida del pueblo en la salida de la carretera que conduce a Córdoba. El color del albero, la alegría de las gentes, los pasodobles de la banda de música, el perfume de primavera, el color negro e intenso de los toros y el rojo de su sangre me deslumbraron para siempre. Me di cuenta de que aquello era un espectáculo lleno de magia, en el que se conjuntaban la improvisación y el orden, la gloria y el fracaso, la vida y la muerte… en un solo palpitar de un corazón sincero, auténtico y hondo. Por eso tengo una deuda perpetua con mi padre, porque él me inició en esta cultura hispánica, en toda la liturgia taurina tan arraigada a nuestras raíces. Después, cuando ya era un adolescente, vinieron nuestras conversaciones taurinas en las que las opiniones de mi padre, que yo escuchaba en silencio embobado, me hicieron ver a gigantes como Joselito, Belmonte, Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Manolete, Bienvenida… y entendí que aquello era un mundo especial por el que valía la pena no sólo interesarse sino participar activamente.
Recuerdo que cuando yo era chico le pedí a mi madre, Josefina Zubieta Sánchez (que no acompañaba a mi padre a las Plazas de Toros porque sufría con la sangre y el riesgo), que me hiciera con tela roja una muleta para jugar al toro y ella, complaciente siempre me la hizo. Yo me fabriqué un estoque y con un carrillo de mano y unos cuernos que conseguí en el matadero del pueblo, soñábamos en plena calle “El Agua” con la gloria y sentíamos la emoción que debe de producir, el pasar de unos cuernos llenos de muerte cerca de tu barriga con un natural por la izquierda o con media verónica dada lentamente con garbo. En mi debo reconocer que pudo más en aquellos años de mi infancia la afición al fútbol que a los toros aunque jugaba al toro asiduamente. Los Di Stefano, Kubala, Ramallet, Puskas y Gentos pudieron más que el Viti, Diego Puerta, Paco Camino, Antonio Ordoñez y El Cordobés. Y es curioso, que con el paso de los años cuando me hice adulto, esa afición haya cambiado de manera opuesta y radical. El fútbol me aburre existencialmente una barbaridad y sin embargo los toros me apasionan cada día más, porque considero que es el único espectáculo que existe en el mundo que aún conserva magia a raudales. Cuando tenía quince o dieciséis años, mi padre me recogía a finales de mayo en el internado de Jaén para que lo acompañara a Granada para ver a Manuel Benítez el Cordobés, que toreaba en la feria del Corpus. Esa operación la repetimos en bastantes ocasiones y hasta que tuve treinta años fuimos juntos a los toros a muchas plazas. La última vez que fuimos juntos a los toros fue en 1984 en la Feria de la Virgen de la Salud de Córdoba. Estaba ya él mayor y con la espada del dolor dentro del corazón por la muerte unos meses antes de mi pobre madre. Pero él ya no estaba para nada….solo pensaba en morir pronto para poder reunirse con mi madre…En fin que no olvidaré nunca a esos dos seres humanos que me dieron la vida y que me quisieron tanto...
Desde hace algunos años, me duermo muchas noches imaginándome en un ruedo, con la plaza llena de gente, recibiendo a un toro a la verónica, parándolo y dándole, una, dos, tres y una media de remate, y procuro sentir el murmullo de la gente, el rebufo del toro en el albero salpicado de sus pezuñas, y el miedo y la emoción que deben de sentir los toreros en esos segundos eternos. A veces voy más lejos y me imagino con la muleta, toreando al natural por la izquierda muy despacito. Sintiendo al toro rozar mi bragueta. Una tanda de cuatro, cinco, seis pases y el de pecho rematando la serie, e imagino los aplausos de la gente y yo tocando con la yema de los dedos la gloria, después de haber dejado atrás un túnel de pasión, miedo y sentimiento profundo. Cuando despierto del sueño son las siete de la mañana y me tengo que levantar para irme a trabajar. Siempre me digo que soy un idiota y que no tengo edad para pensar en esas cosas. Pero lo cierto es que soñar no cuesta nada, ni siquiera soñar sintiéndome en torero, algo tan sublime como es el arte de torear. Fundamentalmente es que no le hago mal a nadie con esto ¿no es cierto? Por eso siento un poco de envidia sana de esos chiquillos de catorce, quince o dieciséis años, que en vez de estar metidos en un equipo de fútbol o de baloncesto, o en el gimnasio con las pesas para tener tabletas de chocolate en la barriga, están envenenados con el toro y sueñan en llegar a ser figuras del toreo algún día. Esto me produce una inmensa satisfacción. Tanta que viene a paliar la frustración que ahora experimento por no haber intentado nunca haber sido torero, pero es que a mi eso de ponerme delante de una becerra hace que me tiemblen hasta las canillas. Debe ser el instinto de conservación y la prudencia…que las tengo muy desarrolladas.
En estos últimos años he tenido la suerte de asistir junto a mi compadre Ladis a varias novilladas de promoción tanto en Córdoba como en Sevilla, y he visto a esos chiquillos como llegan a la plaza emocionados, llenos de miedo y ganas de ponerse delante del torillo, y como son revolcados una y otra vez, y a la siguiente se levantan del suelo con más rabia, con ganas de comerse en chuletillas a los becerros y eso me emociona realmente. Esos niños, que sueñan con la gloria, que prefieren la vida en el campo en las ganaderías, a las discotecas, a las drogas y las frivolidades que esta sociedad de consumo nos mete por los ojos. Esto que está ocurriendo en Córdoba y en otros lugares de Andalucía donde han proliferado las Escuelas Taurinas, con esos chiquillos que quieren ser torero, es algo extraordinario y los hay muy buenos. Son chiquillos que se han acercado a este sagrado oficio con devoción y respeto y que saben lo que quieren. La mayoría de estos muchachos no torean por hambre, con sucedía antiguamente sino que son hijos de familias medias acomodadas, algunos de ellos estudiantes universitarios, que estudian para cumplir con la obligación impuesta por los padres de la formación, pero que en el fondo de su alma lo que ellos quieren es ser toreros y tienen una afición enorme.
A estos chiquillos que no juegan al futbol ni al baloncesto y que no tocan en una banda de rock, sino que quieren ser toreros y que sueñan con la gloria, les brindo en estas páginas mi más profunda admiración y respeto. Les deseo que vean cumplidos esos sueños, para bien de ellos y de los que como yo amamos este difícil oficio, porque posiblemente algún día nos harán vibrar con su arte.