domingo, 31 de enero de 2010

MANUEL FUENTES “BOCANEGRA”, SIN DEJAR DE TOREAR NUNCA, MURIÓ EN LA MAS ABSOLUTA POBREZA



Por El Zubi
Manuel Fuentes Rodríguez “Bocanegra”, fue un matador de toros que nació en la ciudad de Córdoba el 21 de marzo de 1837, y murió en Baeza (Jaén) el 21 de junio de 1889, a causa de la cornada que le dio un novillo, a la edad de 52 años. Era hijo del banderillero Manuel Fuentes “Canuto”. Empezó en esto de torear desde muy joven, como banderillero con “Pepete” junto a “Caniqui” y con el diestro Manuel Domínguez que influyó mucho en su forma de entender e interpretar el toreo. Domínguez fue quien a la postre le dio la alternativa un 31 de agosto de 1862 en el Puerto de Santa María (Cádiz), donde ese día mató cuatro toros al lesionarse Domínguez. El 5 de mayo de 1864 le confirmó la alternativa en Madrid Curro “Cúchares”.
En esos años emuló en los carteles con el mismo “Lagartijo”, que se convirtió en una amarga sombra que oscureció y empequeñeció al valiente “Bocanegra”. Ambos tuvieron varias desavenencias a lo largo de sus vidas aunque fueron buenos amigos.
Desde 1869 dejó de estar en forma debido a una enfermedad venérea que le afectó a la vista y le apartó cuatro temporadas de los ruedos. Ahí empezó su declive. Comenzó a estar muy obeso y perdió facultades viniendo a menos. Su vida comenzó a ser difícil y azarosa. El 16 de junio de 1889 toreó por última vez en Madrid sustituyendo a “Frascuelo”. El último toro que mató se llamaba “Chaparro” de la ganadería de don Agustín Solís. Desde entonces su situación económica fue de mal a peor, llegando a estar en el umbral de la pobreza.
Cuatro días después, el 20 de junio de 1889 Manuel Fuentes acudió como espectador a una novillada que se celebraba en Baeza (Jaén) para muchachos principiantes. Salió en cuarto lugar el novillo “Hormigón”, un colorao, grande y de mucha cuerna, de la ganadería de Agustín Hernández. El pánico se apoderó de la cuadrilla ante tan descomunal novillo que derribó de mala manera a los picadores. Los novilleros no se atrevían a hacer el quite a los pobres picadores y, “Bocanegra” que estaba sentado en los tendidos, solicita y obtiene permiso de la presidencia para enfrentarse al morlaco. Manuel Fuentes bajó al ruedo con su sobrino Rafael Ramos “El Melo”. “Bocanegra” se acercó al novillo y le hizo el quite. El toro le persiguió y como en muchas ocasiones hizo hilo con el torero que no pudo llegar a tiempo al burladero. “Hormigón” lo enganchó por el muslo derecho, cayendo segundos mas tarde desprendido de los cuernos malherido en medio de la plaza. En la enfermería se le apreciaron fuertes varetazos y una cornada de 40 centímetros de extensión por 8 de profundidad que le llegaba hasta la cadera. A las pocas horas le sobrevino una peritonitis a consecuencia de los grandes destrozos intestinales que el novillo le causó. Al día siguiente, el 21 de junio de 1889 murió el desgraciado matador de toros cordobés.
Manuel Fuentes “Bocanegra” fue un torero serio, seguro y reposado, nada dado a las filigranas ni florituras de cara a los tendidos. Decían las crónicas de esa época que los toros lo cosieron a cornadas a causa de su falta de agilidad. En todo caso, este torero cordobés siempre fue poco afortunado pues estuvo toreando hasta el último día de su vida y resulta que murió a los 52 años pobre de solemnidad.

sábado, 30 de enero de 2010

LA CABEZA DEL TORO QUE MATO AL “YIYO” EN 1985, FUE MOTIVO DE VARIOS LITIGIOS EN LOS TRIBUNALES, Y ACABO EN EL SUPREMO EN 1990



Por El Zubi
Poca gente conoce, que la propiedad de la cabeza del toro Burlero, de la ganadería de Carlos Núñez, que mató a Jose Cubero “Yiyo” el domingo 30 de agosto de 1985 en la Plaza de Toros de Colmenar Viejo (Madrid), durante la Feria de Los Remedios, fue motivo de varios litigios en los tribunales, entre los carniceros que compraron los toros de aquella dramática corrida y la empresa Merlan S.A., adjudicataria de la Plaza, y que el asunto acabó en 1990 en el Tribunal Supremo, que respaldó la sentencia de la Sección 14ª de la Audiencia Provincial de Madrid, dándole la razón y la propiedad de la cabeza en última instancia, a los carniceros José y Domingo R. M., que recuperaron la propiedad de la cabeza cinco años después de la muerte de “Yiyo”.
Pero empecemos por el principio, que es como hay que contar las historias. Burlero fue el sexto toro en lidia de la corrida que se celebró aquel negro día de las fiestas locales de Colmenar Viejo. José Cubero compartía cartel con Antonio Chenel “Antoñete” y José Luis Palomar. Al salir el toro se animó la cosa en la plaza. Rafael Atienza lo picó muy bien. Yiyo comenzó la faena con la rodilla en tierra, con tres impresionantes muletazos por bajo que quitaron la respiración a la plaza. El toro estaba bien ahornado por la lidia que se le había hecho. José Cubero le dio tres series de redondos muy templados, bien ligados, muy intensos y sentidos. El torero es que se entregó desde el principio. Las series eran largas, de cuatro y hasta cinco pases, con las zapatillas clavadas en la arena sin enmendarse del sitio. Burlero era un toro muy encastado que repetía y repetía con codicia su noble embestida. La faena pasó a mayores cuando Yiyo se echó la muleta a la mano izquierda y comenzó a torear al natural desmayadamente, hasta empalmar dos con el de pecho. El público estaba ya conmovido y en pie. Yiyo, borracho de toro y poseído por la magnitud de su obra, cambió la espada y siguió toreando: cuatro molinetes fundido con el toro y tres naturales mas por bajo para rematar la faena, dejando al toro cuadrado y pidiendo la muerte a gritos. El torero se perfiló y pinchó en hueso. De nuevo se perfiló y a volapié muy lentamente, dejándose ver se cruzó con el toro, metiéndole el estoque en todo lo alto. El toro al sentirse la espada se revolvió y Yiyo quiso hacerse el quite con un natural para sacarse de encima al animal, pero Burlero, herido de muerte estaba ya cegado y cogió al torero a quien dio una voltereta. Estando el torero tendido en la arena giró sobre sí mismo para que el toro no volviera a cogerlo, pero Burlero, herido de muerte, ya estaba encelado con su presa y no atendió a cuantos capotes le echaron para quitarlo de allí, y persiguió a Yiyo haciendo hilo con él hasta alcanzarlo de lleno en el costado con una terrible certeza. Lo enganchó, lo levantó del suelo y lo dejó de pie con el pitón dentro del cuerpo. El toro, libre de su presa cayó fulminado, mientras el torero auxiliado por sus subalternos, daba tres pasos hacia la barrera, con la vista perdida y se desplomó. La muerte con su guadaña hizo acto de presencia. La estupefacción de los toreros delató la tragedia mortal. Yiyo estaba muerto. Cuando lo llevaban por el callejón las asistencias, el gesto del torero era delatador y terrible: los ojos abiertos y extraviados y la tez blanquecina cerúlea de la muerte.
El ganadero Marco Núñez, horrorizado huía hacia Sevilla, sin entender aun a ciencia cierta lo que había pasado. Su muerte dejó secuelas de tragedia y de dolor: su apoderado Tomás Redondo, que no pudo sobrellevar el dolor de la tragedia, se suicidó poco tiempo después. Su picador Rafael Atienza, murió pocos años después también. Recuerden que Yiyo estuvo en aquel fatídico y maldito cartel de Pozoblanco del 26 de septiembre de 1984 junto a El Soro y Paquirri.
Burlero fue arrastrado por las mulillas hasta el desolladero. Cuando los carniceros José y Domingo R. M. que habían adquirido las res por contrato de compraventa firmado el 13-8-1985, procedían al despiece de la res, separada ya la cabeza del cuerpo, irrumpió en la sala de desolladero de la Plaza un gran número de personas de la empresa Merlan S.A. y sin que los matarifes pudiera impedirlo, se la llevaron para disecarla. Durante cinco años la cabeza estuvo en manos de los propietarios de la plaza. Los compradores de la carne de aquella corrida interpusieron una demanda de menor cuantía a los propietarios de Merlan, por creer que se habían apropiado de algo que ellos habían comprado. El Juez de 1ª Instancia de Colmenar Viejo dictó sentencia el 10-12-1988 desestimando la demanda de los carniceros, que como es natural la apelaron, y la Sección 14ª de la Audiencia Provincial de Madrid, en Sentencia de 11-5-1990, estimo el recurso y la demanda condenando a los demandados a entregar la cabeza del toro a los carniceros. Merlan interpuso un recurso de casación y el Tribunal Supremo rechazó el recurso, dejando sentado la sentencia dictada por la Audiencia en la que se dice que había existido “una desposesión cuando esa parte del cuerpo pertenecía ya a los demandantes, como industriales compradores de la carne, concepto no limitado a las canales de la res, sino a todas las partes en que normalmente se despieza, entendiéndose según costumbre habitual en el mundo del toro, que la compraventa de la carne de los toros a lidiar incluye el todo del animal: vísceras, cabeza y despojos”.
Y esta es la triste historia sobre la muerte de “Yiyo” y de Burlero”, el toro y el torero que se mataron mutuamente y que no sólo trajo consecuencias trágicas al entorno del torero, sino que la codicia de algunos acabó en los tribunales. Ustedes se preguntarán como ha podido llegar hasta mí manos esta sentencia tan interesante y curiosa, y que estoy seguro pasará ya a la historia de la Jurisprudencia y también de la Tauromaquia. Los periodistas con raza somos inquietos y audaces, investigamos a veces, como sabuesos, lo divino y lo humano, pero la verdad es que todo ha sido fruto de una casualidad, que quiero que conozcan. La casualidad y el tiempo, por otra parte, son elementos consustanciales para cualquier investigación.
La sentencia me la hizo llegar un extraordinario abogado cordobés, muy buen aficionado a los toros, llamado Ignacio Enríquez. El equivalente en la abogacía cordobesa a lo que Luis Miguel Dominguín fue en los toros, por prestancia, maestría y torería. Un número uno en lo suyo. En el último número de la revista La Montera en que publiqué el último capítulo de una serie dedicada a “La República, la Guerra Civil y los Toros”, hablaba de las ganaderías y ganaderos que desaparecieron en la fraticida guerra civil que los españoles sufrimos en el siglo pasado. MI generoso amigo Ignacio Enríquez, me mandó un correo electrónico con la citada sentencia y me decía: “Zubí: como te prometí, te remito la sentencia que dictó el Tribunal Supremo sobre la propiedad de la cabeza del toro que mató al Yiyo, que al final fue para el que compró las carnes. En tu artículo de La Montera sobre las ganaderías en la guerra civil, mencionas a mi abuelo materno Indalecio García Mateo, padre de mi madre Teresa García Nátera, que se la vendió a Carlos Núñez, fundamentalmente porque habían matado en el frente a su hijo Indalecio, que era el que la llevaba. Si te interesa te puedo dar mas datos”. El mundo es un pañuelo y la generosidad de las personas hay que corresponderla con el tributo de la gratitud. Por eso yo desde estas páginas te agradezco de corazón Ignacio, la luz que me has dado pues de alguna manera, tú y yo, hemos escrito juntos una nueva página en la historia de la Tauromaquia.

viernes, 29 de enero de 2010

CONCHITA CINTRON ESCRIBIO CON LETRAS DE ORO SU NOMBRE EN LA HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA


Por El Zubi


Tras la prohibición del toreo a pie a las mujeres en España a partir de 1940, surge esa etapa que en la historia de la tauromaquia se ha llamado “la edad de oro del rejoneo femenino”, época en la aparece la gigantesca figura del toreo Conchita Cintrón. Torera de nacionalidad peruana, es sin duda una de las grandes figuras del toreo no sólo femenino sino del toreo en general. Esta “Diosa Rubia” como la llamaban en su época, ha sido sin duda, junto a la madrileña Juanita Cruz, una de las figuras mas señeras de la historia del toreo femenino. En España se la conocía como rejoneadora, que era excepcional, pero ella aquí se sentía frustrada por no haber podido realizarse completamente como torera de a pié, como lo hizo muchas veces en México, Perú, Ecuador, Francia, Portugal, EEUU y Norte de África. Hasta Juan Belmonte cuando la vio torear en un tentadero en su finca de Sevilla dijo: “si yo mandara en el toreo, usted Conchita toreaba a pie el domingo que viene”. A pie en España solo toreo una vez en público junto a Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez el día de su despedida en la Plaza de Toros de Jaén.
Su verdadero nombre era Concepción Cintrón Verrill, y nació en Antofagasta (Chile) el 9 de agosto de 1922 y siendo muy pequeña de trasladó junto con su familia a vivir a Perú. Desde muy niña se aficionó a los caballos y comenzó a practicar la equitación. En esto tuvo de maestro al portugués Ruy da Cámara. Pero en el toreo a pie su maestro fue el torero español ya retirado Diego Mazquiarán “Fortuna” que se hizo celebre en su día por matar a un toro escapado de un camión, en plena Gran Vía de Madrid, un 23 de agosto de 1928. En aquellos años “Fortuna” se había instalado en Perú, y allí permaneció hasta su muerte. El se ocupó de la formación dela muchacha. Al parecer se volvió loco en sus últimos años de vida. Desde su presentación como rejoneadora en la Plaza de Acho de Lima en 1937 y como novillera en 1938 cosechó éxitos por toda América (tenia entonces 15 años). Su fama y popularidad conquistó el continente americano, pues cada actuación era un clamoroso éxito y se le consideraba, ya tan joven, como un verdadero ídolo de masas. Debido a su inmensa popularidad fue contratada para protagonizar la película “Maravilla del toreo” junto al matador de toros mexicano Pepe Ortiz, que resultó como no, también un rotundo éxito en taquilla. Toreó 16 veces a pie en la Plaza del Toreo de México y sumo 189 actuaciones en el país azteca.
Conchita Cintrón sufrió varios percances graves a lo largo de su carrera, pero todos los superó con su valor: como el acaecido en Guadalajara (México) el 6 de marzo de 1940. Al dar un pase afarolado al toro “Chiclanero” de la ganadería de Julián Llaguno, se llevó una cornada de 15 centímetros en el muslo derecho. Herida y todo siguió toreando y mató a su enemigo de una espectacular estocada, pasando mas tarde a la enfermería con las orejas y rabo en la mano. Cuando se recuperaba en el Hospital de su herida declaró a la prensa: “cuando fui a curarme a la enfermería, iba contentísima, porque ya sabía lo que dolía una cornada”. En abril de 1944 recibe otra fuerte cornada en Bogotá, esta vez en el muslo izquierdo.
Fue en el verano de 1944 cuando la Cintrón se decide a cruzar el charco y viaja a Europa, donde torea hasta 1948 en Portugal, España y Francia (sólo en España se le prohíbe hacerlo a pie). Debuta a caballo en la Maestranza de Sevilla en la Feria de Abril de 1945 y en mayo en Madrid dejando impresionados a la afición. Toreó ese año en España 38 corridas y 48 en 1946, sumando 124 festejos los lidiados en su campaña europea. En España, su apoderado fue Marcial Lalanda. Entre los años 49 y 50 actúa en España, Francia y Portugal un total de 40 corridas.
Conchita Cintrón toreó a lo largo de su carrera 750 corridas de toros. Se retiró de los ruedos y se estableció en Lisboa donde en 1950 figura como ganadera de reses bravas con procedencia de Pinto Barreiro. Reapareció a caballo en 1991 en Nimes un 21 de septiembre para darle la alternativa a la joven rejoneadora María Sara en presencia de Manuel Vidrié. Aquel día Conchita Cintrón demostró su clase, su estilo y habilidad ecuestre y contaba con 69 años nada menos. Esta mujer fue realmente única. No tomó nunca la alternativa como torero a pie por no vestir nunca de luces, ni falta que le hizo. Impresionó a todo el mundo con su gentil personalidad, su gracia femenina en el ruedo y su gran estilo montando y toreando a pie. Su memoria como torera ha sido y es el espejo donde se miran aun muchos toreros. El poeta español Gerardo Diego la llamó con toda la razón: “Conchita Excepción”. Murió en el año 2008 en Lisboa en su finca.

jueves, 28 de enero de 2010

EL MIURA “JOCINERO” MATO A “PEPETE”



Por El Zubi
José Dámaso Rodríguez Rodríguez “Pepete” nació en Córdoba el 11 de diciembre de 1824 y murió 38 años después en Madrid, un 20 de abril de 1862, toreando al toro de Miura “Jocinero”. Fue “Pepete” un excelente banderillero, pero sobre todo fue un gran torero, de fuerza, personalidad y mucha valentía. Era audaz y temerario, que actuaba con serenidad y despreocupación ante los mayores peligros. Podría decirse que era un “irresponsable”.
En 1844 se casó con la cordobesa Rafaela Bejarano, hermana de la madre del que seria genial torero “Rafael Guerra”. El escritor francés Alejandro Dumas que hacia 1846 pasó una larga temporada en Córdoba, le conoció y trabó con él una buena amistad. Pepete alternó con los toreros de primera fila de su época: El Camará, Bocanegra y Caniqui. Tomó la alternativa en 1852 de la mano de Curro Cúchares, y se la confirmó en el mismo año su tío Antonio Luque en Madrid.
Fue en Madrid donde le aguardaba la muerte a este valiente torero cordobés. En una corrida celebrada en el coso circense un 20 de abril de 1862, en un mano a mano con Cayetano Sanz. Su segundo toro se llamaba “Jocinero” de la ganadería de Miura. Era un berrendo en negro, alunarado, botinero, capirote, tipo de los “cabrereños”, de cuerna bien colocada y un tanto corta. Después de ser trasteado por “Pepete” con el capote, el toro salió suelto y arremetió contra el picador Antonio Calderón, que cayó del caballo quedando al descubierto, escena que se vivió en la plaza con gran terror por parte del público. En cuestión de segundos “Pepete” saltó la barrera y corrió a hacerle el quite al picador vencido. El toro salió del caballo atraído por la carrera del torero y ambos se encontraron en el viaje, intentando “Pepete” quebrarlo con el capote en el brazo izquierdo, pero “Jocinero” lo enganchó con el pitón derecho por la cadera. El torero se sujetó del pitón izquierdo para desprenderse del toro y caer, pero el toro le arreó dos “hachazos” mortales con el cuerno izquierdo. El primero le causó un puntazo en la tetilla izquierda y el segundo, una profunda cornada en el corazón, rebañándole la cavidad torácica, entre el estupor del público que gritaba aterrorizado antes tal escena.
Cuentan las crónicas de la época, que “Pepete”, tras este mortal encontronazo salió despedido de la testa del toro y cayó en la arena. Logró incorporarse sin la ayuda de nadie. Incluso se limpió el polvo de la taleguilla con la mano derecha en unos segundos de silencio estremecedor en que se sumió la plaza. En perfecto equilibrio fue caminando hasta la puerta de alguaciles donde cayó fulminado dando con la cabeza en el estribo, que le produjo una gran herida en la frente a la vez que arrojaba ya caños de sangre por el pecho.
Llevado a la enfermería por las asistencias, le atendió el doctor González Aguinaga, que tras desposeerle la camisa le descubre el terrible daño que le había causado el toro. El médico comprendió que las heridas eran mortales e irreversibles, pero intentó reanimarlo. Mientras esto ocurría “Pepete” recobró unos segundos la consciencia, y con voz apagada le preguntó: “¿Es argo, doctor?”… y murió a los tres minutos. Su muerte fue muy sentida entre la afición, y el país se llenó de coplas y romances populares con su nombre, coplas tales como esta:
“Pepete salió a la plaza
como un torero valiente;
por salvar a un picador
el toro le dio la muerte”.

miércoles, 27 de enero de 2010

EL TORERO ANTONIO MARQUEZ Y LA ARTISTA CONCHITA PIQUER VIVIERON HASTA EL FINAL UN AMOR EN CONTRA DE LAS NORMAS SOCIALES DE LA EPOCA



(y 2ª parte)

Por El Zubi

LA CANTANTE

Conchita Piquer se llamaba Concepción Piquer López y nació en la calle de Ruaya 23 del barrio valenciano de Sagunto, un 8 de diciembre de 1906. Su padre era albañil y su madre, doña Ramona, era costurera en un taller de costura, donde desde muy jovencita entraría a coser Conchita. Allí ella y las demás aprendices canturreaban las canciones que escuchaban en la radio de válvulas que tenía el taller. Canciones de Raquel Meller, la Fornarina y La Goya que eran las cupletistas de éxito en aquellos años. Cantó por primera vez en público en el cine Sagunto y en el Huerto de Sogueros en su barrio. Con once años obtuvo su primer contrato en el teatro Apolo: cinco pesetas por día. Luego actuó en el teatro de La Marina en el Grao, hasta que allí la escuchó el maestro Penella y le propuso ir a Nueva York con su compañía de zarzuelas para estrenar “El Gato Montés”. Conchita aceptó, pero como era menor de edad se hizo acompañar por su madre. Llegó a Manhattan un 13 de septiembre de 1922. En EE.UU estuvo hasta 1926 obteniendo un éxito en cada sitio que actuaba: Panamá, México, Costa Rica, Cuba… todos se rindieron a sus pies. Ese año volvió a Madrid y se presentó en el teatro Romea. Al estreno, atraídos por los ecos de sus triunfos, acudieron a verla y escucharla la flor y nata de la sociedad española: el presidente del Gobierno, el dictador Primo de Rivera, el ministro de la Guerra, Duque de Tetuán, los hermanos Álvarez Quintero, Jacinto Benavente, Julio Romero de Torres y su paisano el escultor Mariano Benlliure. Aquella noche interpretó una canción en inglés, pero la que le supuso el triunfo fue la canción que el maestro Penella le hizo recordando el pasodoble de Álvarez “Suspiros de España”, o lo que es lo mismo “En tierra extraña”. A partir de ahí le llovieron los contratos por toda España y la grabación de varias películas.
Antonio Márquez se retiró definitivamente de los ruedos el 29 de mayo de 1938 en Cáceres, en plena guerra civil, en una corrida mixta alternando con Manuel Jiménez Chicuelo y los novilleros José Ignacio Sánchez Mejías y Juanito Belmonte Campoy. Durante la guerra volvió a torear otra vez el 12 de octubre, en Talavera de la Reina, un encierro con toros de la ganadería del salmantino Galache junto a Victoriano de la Serna y Cayetano Palomino Benito, torero mexicano que tomó ese día la alternativa. Tras su retirada se convierte en el representante artístico de Conchita Piquer. Durante la guerra civil vivieron primero en Madrid, luego en Francia y más tarde en Sevilla. El torero cambió los coches con botijo en la baca, por los vehículos y camiones con decorados y los famosos “baúles de la Piquer” que se convirtieron en un mito.
En 1940 comienza el despegue de Conchita como estrella indiscutible de la copla, al estrenar en el teatro Calderón un gran espectáculo en el que sobresalía la estampa de “Las calles de Cádiz” en recuerdo del éxito de La Argentinita. Su consagración definitiva fue en 1942 en Madrid en el teatro Reina Victoria con “Ropa tendida”, reuniendo por primera vez a Quintero, León y Quiroga, al autor de comedias, al poeta y letrista y al gran músico.
Tuvo ella una especial amistad con Rafael de León, el poeta que le escribía las letras. Conversaba con el artista muy a menudo y le hacia sus mas íntimas confidencias. En la calle se conocía su situación sentimental con el torero, pero en aquellos años de posguerra como no existían aún publicaciones de prensa rosa dedicadas a los chismorreos, ni televisiones atrevidas que destaparan los asuntos de entrepierna de los famosos como ahora, pues no se hablaba públicamente de ello. Rafael e León escribió para Conchita una preciosa canción que más tarde seria emblemática “Romance de la otra”. Quiroga le puso la música a ritmo de farruca y decía así: “Yo soy la otra, la otra/ y a nada tengo derecho/, porque no tengo un anillo/ con una fecha por dentro. /No tengo ley que me ampare,/ni puerta donde llamar,/y me alimento a escondidas/con tus besos y tu pan./ Con tal que vivas tranquilo,/¡qué importa que yo muera./Te quiero, siendo….¡la otra!,/ como la que mas te quiera”. Ella cantaba esta copla con tal pasión, arrebato y sentimiento interpretativo que desde luego hizo furor. Sus puestas en escena eran especialmente espectaculares y bellas, con vestidos maravillosos y cuidando al máximo hasta el último de los detalles.
Como es natural el público se identificaba con la cantante y comprendía a la perfección que estaba haciendo una confesión pública de parte de su propia vida, pues Conchita, al igual que en esos años le ocurriera a Lupe Sino con Manolete, no llevaba un anillo nupcial fechado por dentro. Rafael de León conocedor, por sus conversaciones con la cantante, del difícil momento que estaba atravesando su relación con el torero, le escribió la letra de otra copla “Judas” (en la que también colaboró el gran poeta y letrista José Antonio Ochaita), en la que se reflejaba la gran pena que llevaba en su corazón la artista valenciana. Una historia, la de Conchita, en la que se veían reflejadas muchas mujeres españolas en aquella difícil y complicada España de posguerra. Esas coplas concretamente, coincidieron con una de las pocas crisis serias que atravesó esta pareja y que se sabe les mantuvo alejados al uno del otro varios meses, como así lo ha atestiguado incluso su propia hija Conchita Márquez Piquer. Esa canción fue grabada en concreto en el año 1951. Sin embargo la pareja fue siempre feliz, sobre todo cuando nació su hija Conchín en Buenos Aires, que fue apadrinada por la esposa del presidente de Argentina, Evita Duarte de Perón. Parece ser que el torero y la cantante pudieron finalmente formalizar legalmente su situación y se casaron en Montevideo (Uruguay). En una España en las que estaban mal miradas las madres solteras y en la que no existía el divorcio, difícilmente hubieran podido legalizar su estado civil. Su casamiento lo mantuvieron dentro del mas estricto secreto y no lo comentaron ni siquiera con las personas de su confianza, excepto a su hermana Anitín que iba con ella en su compañía. En todo caso la fecha de este viaje a Montevideo debió de ser la fecha en que Conchita Piquer dejara de ser para siempre “la otra”.
Las coplas de Conchita Piquer son, si se mira el asunto de forma reflexiva, un análisis sociológico de esta época. Incluso en las letras de sus coplas hay mucho de contenido reivindicativo de la mujer española de aquellos difíciles años. Para ello contó siempre con la complicidad y amistad del gran poeta Rafael de León, que en sus versos nunca dudo en ponerse del lado de las mujeres, ya fueran mujeres del arroyo, engañadas por el marido, abandonadas o presas de un amor imposible. Es verdad que durante la guerra tanto el torero Antonio Márquez como Conchita Piquer estuvieron siempre en el bando nacional, por tanto ambos estuvieron siempre libres de cualquier sospecha, pero lo cierto es que las letras de sus cuplés proclamaban las desgracias e injusticias sufridas por muchas mujeres españolas que ya no tenían el amparo de las leyes progresistas que rigieron durante los años de la República. La canción “Picadita de viruela” por ejemplo, se convirtió también en emblemática y si la colocamos en el año de su lanzamiento, parece sacada de una campaña de concienciación de la Dirección General de Sanidad (en aquellos años por cierto, el director general de Sanidad fue el doctor García Orcoyen), pues su mensaje estaba destinado a llevar el ánimo a la población civil… que una mocita no debía padecer las consecuencias de la viruela como si fuera un estigma, sino como algo natural y no hereditario en los hijos.
Doña Concha se retiró de los escenarios en 1957. Fue a raíz de una actuación en Isla Cristina (Huelva) en que la cantante notó que la voz le fallaba por un refriado mal curado. Esa misma noche reunió a toda su compañía y les anunció su decisión de retirarse, indemnizando a todos cuantos formaban parte de ella. No volvió a cantar. El torero Antonio Márquez se fue de este mundo el 17 de noviembre de 1988, su mujer quedó completamente destrozada anímicamente y desde entonces perdió la alegría de vivir. Murió el 12 de diciembre de 1990.
Esta es la historia de estos dos artistas que dejaron una honda huella en la sociedad española entre las décadas de los 30 a los 50. Conchita Piquer con su arte inmenso que no ha podido ser superado aun por nadie. Antonio Márquez por su gran personalidad y presencia en los ruedos. Orts Ramos en su obra “Toros y toreros en 1929” dice de él: fue el torero mas completo de estos tiempos con el capote, en banderillas, toreando con la muleta y como estoqueador, raya ya a tal altura que en una tarde afortunada ningún otro espada puede aventajarle”. Fue por tanto un torero muy dominador, de mucho temple, elegancia en su toreo como algo consustancial en él. El crítico taurino Don Quijote dejó dicho: “Su entronque dentro de la selección de los toreros artistas está en la rama de los elegantes: Lagartijo, Fuentes, Gaona y Márquez”. Es sin embargo don José Mª de Cossío quien da una opinión mas certera sobre el torero Antonio Márquez: “nadie ha superado a Márquez en la depuración de su estilo con el capote y a muleta, estilo sobrio, impregnado de una suavidad, un ritmo, un temple, de una elegancia innata jamás igualados. Más que torear esculpe. Su ánimo se encogió en los momentos mas decisivos de su carrera y esto le impidió el triunfo definitivo, completo y absoluto que pudo y debió llegar dadas sus cualidades, aptitudes y condiciones artísticas”.

martes, 26 de enero de 2010

EL TORERO ANTONIO MARQUEZ Y LA ARTISTA CONCHITA PIQUER VIVIERON HASTA EL FINAL UN AMOR EN CONTRA DE LAS NORMAS SOCIALES DE LA EPOCA


(1ª parte- El Torero)

Por El Zubi
Antonio Márquez, un torero de prestigio, fama, dinero y categoría, aceptó el papel de segundón de su mujer. Supo llevar con dignidad, tras muchos años de retirada, el hecho de ser el marido y representante de la Piquer. Ellos, Antonio y Concha, formaron un matrimonio sin papeles pues él era casado, en una época en la que la moral propiciada por el franquismo miraba con malos ojos que una mujer no llevara un anillo con la inscripción por dentro. El amor que sentía el uno por el otro superó todas las barreras que se interpusieron en su camino. Y es que el amor entre la tonadillera y el torero, a primera vista resultaba casi imposible, pues él estaba casado y tenía incluso un hijo con otra mujer, pero ambos rompieron todas las barreras que encontraron. La pareja estuvo, a pesar de los altibajos propios de cualquier matrimonio, muy unidos y enamorados hasta el final. De Antonio Márquez quedó el recuerdo de su media verónica, que daba con una elegancia y un temple especial, como todo su toreo en general pues fue un torero poderoso que brillaba en todos los tercios, sobre todo con la capa. Le llamaban el “Belmonte Rubio” un apelativo que a él le molestaba, pues aunque admiraba al trianero, tenían estilos muy diferentes. Tuvo incluso un pasodoble “Antonio Márquez” del maestro Villacañas del que nunca hizo gala. De Conchita Piquer queda aun su trono vacante de artista inconmensurable y eterna, y en nuestra memoria histórica dejó un repertorio en el que fueron protagonistas: la otra, la prostituta apoyada en el quicio de la mancebía (que la censura de la época convirtió en “apoyá en la trama de mi celosía”), los valores tradicionales, el crimen pasional, los celos, las solteronas, el contrabando como forma de vida, los maletillas, las condesas enamoradas y las locuras de amor, además de una estela de nombres femeninos, que ilustraron para siempre la España de charanga y pandereta. Ella cantó todo eso y mucho más y lo hizo como nadie hasta entonces lo había hecho ni nadie lo hará después.
EL TORERO
Antonio Márquez Serrano nació un 23 de abril de 1899 en Madrid, en el cuartel de la Guardia Civil que había en la calle Toledo pues su padre pertenecía al Cuerpo de la Benemérita, aunque también tenía una carbonería. Su madre era sirvienta, y él, tras realizar los estudios primarios, pasó a la carbonería que tenían en la calle de Las Velas, a echarle una mano a la familia, aunque muy pronto vio que aquello no era lo suyo, y llevado por su gran afición comenzó a participar en capeas junto a otros chavales del barrio, hasta que tuvo la oportunidad de participar en una becerrada que organizaron los empleados del teatro Novedades en la plaza de Madrid un 8 de junio de 1913 donde apuntó muy buenas maneras. Mató por primera vez en una becerrada que organizó el Partido Reformista del distrito de Latina el 19 de julio de 1914. Vistió por primera vez de luces en Vista Alegre en mayo de 1917, en la Plaza de Tetuán de las Victorias, y después toreo en Barcelona y Zaragoza. Ganaba como becerrista 175 pesetas hasta que llegó a las 1000 cuando adquirió la condición de novillero. Así logró ahorrar hasta 14.000 pesetas con las que se fue a Salamanca donde pudo conocer por fin a Granero, Chicuelo y Juan Luis de la Rosa y torear en las dehesas de aquella zona. Se presentó en Sevilla en 1918 y su primer gran éxito lo obtuvo en Madrid el 17 de octubre de 1920 alternando con Jumillano padre y Valencia II, que salió a hombros de la plaza. Repitió en Madrid el 2 de mayo de 1921 y obtuvo otro éxito pues despuntaban en él una gran personalidad y un toreo lleno de elegancia. El 24 de septiembre de 1921 recibe la alternativa como matador de toros de manos del mismísimo Juan Belmonte. Alternó aquel día con Ignacio Sánchez Mejías y Granero, en una corrida donde se lidiaron ocho toros de la ganadería de González Nadín. El toro de su alternativa se llamaba Molinero. Dicen las crónicas periodísticas de la época que a los toros tercero y octavo los banderillearon él y Granero de forma espectacular. Antonio Márquez destacó por su habilidad poniendo pares al quiebro en cualquier punto del ruedo. Márquez dio la vuelta al ruedo en su primer toro y al segundo toro lo mató de dos estocadas. La crítica lo comparó con Machaquito a quien por cierto brindó el toro de su alternativa.
Durante 1922 no toreó ninguna corrida ya que se tuvo que ir a luchar a la guerra que España mantenía con Marruecos. Un año este de 1922 funesto para nuestro país, que sufría una sangría de vidas jóvenes y la humillación de nuestro ejercito frente a Abd el-Krim en el Protectorado, mientras se pactaba una vergonzante liberación de prisioneros y se daba a conocer el “Informe Picasso” sobre el desastre del ejercito español en Anual, que estuvo dirigido por el general Silvestre. Antonio Márquez pudo regresar con vida, pero no así otros toreros jóvenes que se embarcaron a esa guerra para no regresar nunca. Confirma su alternativa en Madrid el 17 de mayo de 1923, día de San Pascual, en el festejo de la Beneficencia. Fue una corrida con ocho toros de la ganadería de Sánchez Rico y su padrino fue Manuel García “Maera”, alternando con el aragonés Nicanor Villalta y el madrileño Marcial Lalanda. En 1923 toreo 33 tardes con carteles destacados en Madrid, Valencia, Bilbao, Barcelona…así como la corrida del Montepío de toreros donde se le otorgó la medalla de Oro. En Sevilla una tarde, después de poner tres pares de banderillas el público le obligó a dar tres vueltas al ruedo. Márquez tuvo un temple exquisito con la muleta y fue un certero estoqueador. Puestos a valorar su lugar en el escalafón hay que decir que estuvo en segundo lugar. En 1926 por ejemplo toreó cincuenta y ocho corridas. Ese año El Niño de la Palma fue el primero con sesenta y ocho festejos. En 1927 lidió cincuenta y cinco corridas siendo el Niño de la Palma el primero del escalafón con diez actuaciones más.
En el invierno de 1924 se embarcó hacia México donde actúa en quince ocasiones y se crea una reputación que le serviría para repetir en temporadas sucesivas en tierras aztecas, donde también fue muy apreciado. Debió de ser por estas fechas cuando se enamoró de una señorita cubana, descendiente de vascos, que se llamaba Gloria Arechavala. El flechazo se produjo durante una travesía marítima de regreso a España procedentes ambos de México. Se casaron y pocos meses después tuvieron un hijo, pero no fueron felices y acabaron separándose: fue uno más de los muchos matrimonios con toreros que acaban en ruptura. Por cierto que, tras la muerte de Antonio, su hijo vino desde Cuba a Madrid al entierro. Meses antes su padre movió todo tipo de influencias políticas y diplomáticas para que su hijo saliera de la cárcel donde estuvo una buena temporada por discrepancias con el régimen castrista. En las temporadas de 1925 y 1926 Márquez toreó una media de sesenta festejos pero a partir de 1928 y hasta 1931 redujo sus actuaciones por propia decisión por motivos de salud parece ser. Una rara enfermedad le impidió torear muchas corridas contratadas y prefirió esforzarse menos y reposar más. En 1932 no toreó y anunció su retirada, aunque en 1936 volvió a torear y muy bien pues se recuerda su actuación de Segovia el 29 de junio que pasó a los anales de la tauromaquia.
Fue en 1928 cuando Antonio y Conchita se conocieron en Barcelona. Un año después se volvieron a encontrar en Madrid en un baile de máscaras. De ese encuentro dijo Conchita en una revista de la época: “Ahí nos enamoramos el uno del otro, en aquel baile celebrado en el teatro de la Zarzuela”. En 1933 Conchita Piquer y Antonio Márquez ya vivían juntos. No se casaron porque legalmente no podían hacerlo en España.

lunes, 25 de enero de 2010

LA MUERTE QUE MITIFICA A LOS TOREROS: “UN TORO DE GAMERO CÍVICO LE PARTIO EL PECHO A FLORENTINO BALLESTEROS”



Por El Zubi

La corta vida del torero Florentino Ballesteros es, dentro de la historia de la Tauromaquia, digna de leyenda o de novela romántica, ya que la desgracia y el fatalismo se aliaron con él desde el mismo día de su nacimiento. Su nombre completo era Florentino Ballesteros Solsona, matador de toros nacido en Zaragoza el 11 de enero de 1893. Llevaba los apellidos de la madre, pues el mismo día de su nacimiento fue depositado por esta en el torno de la Inclusa del Hospicio Provincial. Pasó una infancia dura, triste y solitaria de Hospicio en Hospicio: primero el de Zaragoza, después Teruel, Calatayud y con 10 años volvió de nuevo a Zaragoza.
Abandona los Hospicios siendo un muchacho con el oficio de pintor, aunque desde muy joven se sintió atraído por el de torero, cosa que hace con decisión al arrojarse a los ruedos como espontáneo en bastantes ocasiones dando con sus huesos en distintas comisarías de la provincia de Zaragoza. En esta provincia participa en muchas capeas hasta que aprende la técnica de este oficio y comienza a triunfar como novillero y a entusiasmar a la afición maña. Aparece además en esos años otro novillero zaragozano con nombre similar con el que mantendrá una gran rivalidad: Jaime Ballesteros “Herrerín”, dividiéndose la afición en dos bandos, hasta que “Herrerín” muere corneado en Cádiz en 1914. Florentino triunfa varias veces en Madrid, actuaciones que tendrán una gran repercusión en toda España. El 18 de septiembre de 1914 sufre una cornada gravísima en el pecho toreando en Morón. Una premonición de lo que tres años más tarde le iba a ocurrir en Madrid. Tardó mucho tiempo en recuperarse de este percance. Era un torero muy cotizado a pesar de tocarle vivir la Edad de Oro del Toreo, emulando con Gallito y Belmonte. En 1914 tenia contratadas nada menos que 63 actuaciones, pudiendo cumplir con algo más de cuarenta de estos compromisos a causa de esa cogida. Fue un hombre bueno, lleno de bondad y generosidad, pues en los momentos en que nadó en la abundancia nunca olvido a sus hermanos de los Hospicios de la provincia de Zaragoza por donde pasó, que visitaba con frecuencia donando generosas cantidades de dinero para los niños incluseros.
El 13 de abril de 1916 toma la alternativa en Madrid de manos de José Gómez “Gallito” actuando como testigo Francisco Posada, con ganado de Santa Coloma. Un año más tarde, el 22 de abril de 1917 vuelve a Madrid para encontrarse con la muerte. Alternó aquella tarde con Manuel Mejías Rapela “Bienvenida” y José Gómez “Gallito”, para lidiar reses de Gamero Cívico. Para la ocasión Florentino Ballesteros estrenaba un magnífico terno magenta y oro. Fue en el sexto toro de la tarde, segundo de su lote, de nombre “Cocinero”, un berrendo en castaño quien truncaría la vida y las ilusiones de este valiente y desdichado torero. Ballesteros recibió al toro con dos preciosas y muy ceñidas verónicas que levantaron al público de sus asientos. En el tercer lance el torero tropezó con las patas del toro y fue enganchado por este, con tan mala fortuna que lo corneó en el aire fuertemente con el pitón hundido en el pecho, justamente en el mismo lugar donde tres años antes fue corneado en Morón.
El torero fue atendido en la enfermería, donde entró muy grave, por los doctores Sandoval, Moto y Parache, cuyo parte médico decía textualmente: “Ballesteros sufre herida en la región torácica anterior derecha de 8 centímetros de profundidad, al nivel del cuarto, quinto y sexto espacios intercostales, penetrando en la cavidad. Pronóstico muy grave”. Hechas las primeras curas de urgencia, el torero fue trasladado a la Fonda los Leones, en la calle de El Carmen de Madrid, que era su hospedaje habitual cuando toreaba en la capital. Tras una larga y penosa agonía murió en la madrugada del 23 de abril, a las 2,25 horas. Su cadáver fue conducido ese mismo día a Zaragoza donde su muerte produjo una gran consternación y pesar.
Florentino Ballesteros finísimo con capa y muleta, torero de arte con amplio repertorio y sello personal, que brilló con luz propia en una época muy difícil, la Edad de Oro del Toreo, junto a Joselito y Belmonte, con quienes siempre emuló.

domingo, 24 de enero de 2010

“JEREZANO” MURIÓ EN VERACRUZ (MEXICO), DE PERITONITIS A CAUSA DEL TOPETAZO DE UN TORO


Por El Zubi

Manuel Lara Reyes “Jerezano” fue un matador de toros nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1886, que murió con 26 años en Veracruz (México) el 8 de octubre de 1912, a consecuencia de un fuerte topetazo en el bajo vientre propinado por un toro, que sin causarle lesiones externas, le produjo una inminente peritonitis que lo dejó sin vida a las pocas horas del percance.
“Jerezano” era de origen humilde, con antecedentes taurinos en la familia, pues su padre fue banderillero. Trabajaba en el matadero de Jerez y allí se aficionó al toro. Logra torear por vez primera en su ciudad natal el 15 de agosto de 1890, anunciándose con el alias de “El Gato” junto a “Lobito” y “Potoco”. Como su apelativo taurino se prestaba a chanzas y burlas, se presenta en Madrid a torear con el nombre de “Chicorro” un año más tarde, dejando una grata impresión pues practicaba bien todas las suertes. Tras sufrir tremendas cornadas en años sucesivos en Madrid y en La Unión (Murcia), estuvo varias temporadas recuperándose y el público llegó a olvidarlo por completo. Tomó la alternativa en Barcelona el 29 de octubre de 1899, anunciándose ya como “Jerezano”, y lo hace de manos de su tío José Lara “Chicorro”. La confirma en Madrid un año después el 18 de marzo de manos de “Quinito”.
Cansado de que no le contrataran en España, Manuel Lara se marcha a América en 1901, donde realiza durante una década magníficas campañas, ya que obtuvo allí los éxitos que se le negaron en España. Tanto que “Jerezano” fue adoptado casi como un torero mexicano más que español.
El 1912, tras su paso por México, fue contratado para actuar en Veracruz el 6 de octubre, para alternar en un mano a mano con Eduardo Leal “Llaverito”. Al dar los primeros lances de capa a su primer toro para pararlo, el animal lo atropelló de mala manera y le arreó un fuerte topetazo en el bajo vientre, lanzándolo con fuerza contra el suelo. El torero logró levantarse, y aparentemente no tenía ninguna lesión externa, aunque se quejaba de fuertes dolores. Trasladado al hotel murió dos días después, ya en la madrugada del día 8. En México, donde se le quería y admiraba muchísimo, la noticia de su muerte produjo una gran conmoción. A bordo del buque “Buenos Aires” se trasladó a Cádiz su cadáver embalsamado, por orden del marqués de Domecq, amigo y padrino del desafortunado torero, y desde Cádiz fue conducido a Jerez, donde fue sepultado en medio de una gran manifestación de duelo. “Jerezano” fue, según la crítica contemporánea a él, un torero de muchos méritos: inteligente, seguro y completo. Destacó sobretodo como un extraordinario estoqueador.

sábado, 23 de enero de 2010

A “FABRILO” LO ENGANCHO EL TORO QUE LE MATÓ AL ENTRAR A BANDERILLEAR, EN LA PLAZA DE VALENCIA


Arriba instantanea del momento de la cogida de Fabrilo. Abajo imagen del entierro del torero.

Por El Zubi
Julio Aparici Pascual “Fabrilo”, fue un matador de toros nacido en Ruzafa (Valencia) el 1 de noviembre de 1866, y murió en Valencia en 1897 con 32 años, a consecuencia de la cornada que le dio el toro “Lengüeto”.
“Fabrilo” comenzó como todos los toreros de esa época, en capeas y tentaderos, aprendiendo a fuerza de revolcones, pitonazos y golpes. Toreó su primera novillada vestido de luces en Valencia el 3 de octubre de 1885 y lo hizo tan bien, que se convirtió desde entonces en el novillero predilecto de la afición levantina. Se presentó en Madrid en febrero de 1887, con 20 años, junto a “Guerrita” y ”El Ecijano”, y obtuvo una gran popularidad. El público de Madrid decía de él que “tenía cara de mujer bonita” por los rasgos tan perfectos y delicados de su rostro. El 14 de octubre de 1888 tomó la alternativa en Valencia de manos de Antonio Carmona “El Gordito”, con toros de González Nandín, y la confirmó en Madrid el 30 de mayo de 1889 alternando con “Frascuelo” y Mazzantini. En 1890 se acentúa su personalidad, como torero de gran valentía.
La muerte le esperaba con su guadaña en Valencia, su tierra, un 30 de mayo de 1897. La corrida se celebró el 27 de mayo, y se lidiaron seis toros de don José Manuel de la Cámara, en un mano a mano entre “Fabrilo” y Antonio Reverte Jiménez.
Fue el quinto toro, de nombre “Lengüeto”, un cárdeno, salpicado, de muy buena estampa y mucho peso, que hubo de tomar ocho varas, tuvo dos caídas y mató dos caballos. La lidia del morlaco fue muy dificultosa, ya que el toro desde que saltó al ruedo sembró el terror entre toreros y público. Llegó la hora de banderillear y ambos matadores se negaron a hacerlo ante las dificultades que presentaba el toro. El público enfurecido gritaba a los toreros y se formó un fuerte escándalo entre los tendidos, encrespados contra los dos toreros que se negaban a correr tanto riesgo ante un animal con tan malas ideas que se defendía y hacía más por el hombre que por el engaño. Julio Aparici “Fabrilo” en actitud heroica y valiente cogió los palos para acallar el griterío de los tendidos. Se los ofreció a Reverte que se negó a tomarlos, y “Fabrilo” se dispuso pues a banderillear a aquella alimaña. Entró una vez en falso, y a la segunda clavó un buen par, pero “Lengüeto” logró engancharlo con el pitón izquierdo por la ingle dándole una cornada de muerte. “Fabrilo” quedó tendido sin moverse en el albero y el pánico y la muerte se apoderaron de la plaza de Valencia. Sus peones consiguieron finalmente alejar al toro del herido.
Llevado a la carrera por las asistencias atravesaron la plaza camino de la enfermería. Una vez allí el médico que le atendió le apreció una tremenda herida de 15 centímetros de extensión. Se le declaró una peritonitis y falleció entre crueles sufrimientos el 30 de mayo de 1897 a las cuatro de la tarde, ocho años después de que le hubiese confirmado la alternativa en Madrid “Frascuelo”.
Dicen las crónicas de la época que desfilaron ante el cadáver de “Fabrilo” más de 100.000 personas llegadas de todos los pueblos de la zona de Levante donde era considerado un ídolo. El cadáver hubo de embalsamarlo para que toda Valencia pudiese despedir a este valiente torero. Se dice de él que fue un torero valiente pero con poca técnica, que se precipitó al tomar la alternativa sin tener los conocimientos precisos de la lidia aspecto negativo que paliaba con su arrojo y valentía. Lo cierto es según cuentan, que “Fabrilo” destacó en su época no sólo por su valor, sino también por su elegancia y tacto en el vestir, causando admiración mas entre las mujeres que entre los espectadores, por los maravillosos trajes con que hacía el paseíllo en las plazas.
Precisamente el día de su desgracia “Fabrilo” vestía un precioso traje grana y oro, que se pondría dos años más tarde su hermano, el novillero Francisco Aparici Pascual “Fabrilo”, para morir también corneado por un novillo en el mismo lugar que Julio unos años mas tarde, la plaza de toros de Valencia. Cosas del destino.

viernes, 22 de enero de 2010

Fue el torero más guapo de la historia: A JULIO APARICI “FABRILO” SE LE TACHO EN SU ÉPOCA DE HOMOSEXUAL, PERO ADEMÁS DE TENER MUJER, TUVO AMANTES


Fabrilo junto a su cuadrilla

(y 2ª parte)

Por El Zubi

Los comienzos de Fabrilo en el toreo fueron parecidos a los de todos los toreros de esa época: capeas en los pueblos y tentaderos. Triunfó como novillero en todas las plazas, especialmente en la de Madrid, y tomó la alternativa en Valencia un 14 de octubre de 1888, de manos del sevillano Antonio Carmona “El Gordito” y mató al toro Panadero, un colorao de la ganadería de González Nandín. Fue un torero al que gustaban las aventuras continuas por ello en el invierno de 1888 se fue a torear a la Habana con Fernando Gómez El Gallo, padre de Joselito y de Rafael. Fabrilo confirmó su alternativa en Madrid el 30 de mayo de 1889 de manos de Frascuelo y actúa como testigo Luis Mazzantini. Demostró a lo largo de su carrera su merecida fama de torero valiente y, como buen valenciano que era, con las banderillas fue un auténtico artista, suerte que practicaba lo mismo al quiebro, como de frente asomándose al balcón, saliendo siempre del estribo airoso y con garbo. Compartió cartel con todos los grandes toreros del momento y llegó a estar considerado con uno de los mejores del escalafón. Era tan valiente que gracias a él quedo en Valencia el dicho popular de “te mes collons que Fabrilo”. Ya en su mejores tiempos y como si fuera una premonición de su destino corrió por Valencia una coplilla que decía: ¡Ay Fabrilo!¡Ay Fabrilo!/ No te vayas a morir,/ que las niñas de Valencia/ llevarán luto por ti./.

En realidad fue su vida privada la que le acarreó la animadversión de gran parte de los públicos. Las simpatías generalizadas del principio, se fueron tornando en críticas ácidas reflejadas en una mayor exigencia en la plaza. En la Feria de La Magdalena de 1895, en Castellón, alternó junto a Rafael Guerra Guerrita y ambos toreros fueron invitados a participar en la romería y las fiestas populares que se celebraban con tal motivo. Allí conoció a la hija de don José de la Figuera y de Pedro, marqués de Fuente el Sol, con casa solariega en Morella. Fabrilo vivió amancebado con aquella distinguida señora desde que la conoció. Fue como un flechazo a primera vista, y ello despertó las iras de la sociedad de aquella época contra él, ya que tomó partido por su mujer Pilar Teruel y en cada corrida le reprobaban su actitud y se incrementaban las exigencias de los públicos, lo que obligaba al torero a arriesgarse mas cada tarde… hasta que al final llegó la cogida y la muerte. Aquella tarde alternaba con el torero Antonio Reverte.

Tras su desaparición, la imaginación popular lo llevó a las coplas. Con su vida se hicieron canciones y su figura fue cantada en romances de ciego por los pueblos de la zona levantina. Incluso hubo un autor anónimo que publicó un folletín titulado La viuda de Fabrilo. Como es natural tomaba partido a favor de quien había sido su esposa burlada. En todo caso, lo cierto de esta historia es que Julio Aparici Fabrilo murió por la presión del público, como años más tarde y de manera sucesiva murieron El Espartero, Varelito, Joselito y el propio Manolete. Lo confirma la crónica de La Lidia, que en su edición del 31 de mayo, al reseñar como había sido la cogida decía que el torero había sufrido aquel grave percance “por atender a las exigencias de una parte del público, que pidió con insistencia, al ordenar la Presidencia que fuese banderilleado el quinto toro y que los espadas se encargasen de efectuarlo, y en mala hora puesto que al salir de clavar el primer par cuarteando y consintiendo mucho, fue alcanzado por la ingle izquierda y campaneado horrorosamente”. El torero murió a las pocas horas en su casa, donde fue trasladado desde la plaza tras recibir las primeras curas. Murió rodeado de su familia, el doctor Paco Moliner, su apoderado Manuel García y los miembros de su cuadrilla, entre ellos el picador Pajalarga y el banderillero Chapín. Su hermana Carmen y su cuñado llegaron el día de su muerte en el tren mixto de Madrid. La prensa de aquellos días recogió las notas más sobresalientes del toreo de Julio Aparici, que aquí reproducimos, e hicieron énfasis en “sus arrojos al límite de lo temerario, llevado por su amor propio y de su afán constante de dar gusto al público. Uno de esos afanes es el que le costó la vida”. Los periódicos de aquellos días también hablaron de “aquella varonil naturaleza”, y recogieron su última conversación con el doctor Moliner rogándole que no le dejara morir. Las crónicas señalaron que deseaba vivir por su familia, a la que idolatraba, lo que se contradice con su amancebamiento con la citada marquesa. Ni que decir tiene que su muerte fue muy sentida por la afición de toda España, pero muy especialmente en Valencia y en Madrid, donde se le valoraba mas.

El relato de esta historia refleja desde luego que no siempre llevan razón las malas lenguas sobre la presunta homosexualidad de algunos toreros, pues en este caso esa condición fue pregonada durante años en toda la zona levantina, y luego Fabrilo se destapó como un auténtico rompecorazones…pero de las mujeres.


jueves, 21 de enero de 2010

Fue el torero más guapo de la historia: A JULIO APARICI “FABRILO” SE LE TACHO EN SU ÉPOCA DE HOMOSEXUAL, PERO ADEMÁS DE TENER MUJER, TUVO AMANTES


Retrato de Fabrilo. Al lado chaquetilla del traje que llevaba el dia de su muerte (Museo Taurino de Valencia)

(1ª parte)

Por El Zubi
Se da como normal el hecho de que en nuestros días se este hablando continuamente en los mentideros de la rumorología taurina, si tal o cual torero es homosexual… incluso que haya burlas crueles en los tendidos de las plazas sobre su virilidad o presunta homosexualidad. Prefiero no citar nombres concretos, para no entrar yo también en ese odioso circulo de personas que llevan a cabo esa práctica de hablar mal del prójimo sin que hayan dado pruebas públicamente de ello. En todo caso lo que les quiero contar es que casos como estos no son nuevos y se vivieron nada menos que a finales del siglo XIX, con el torero valenciano Julio Aparici Pascual “Fabrilo”. De él dicen las crónicas de la época que era guapo, de buena planta, y de una belleza sin igual en el mundo taurino, aunque con unos gestos un tanto amanerados y en muchas ocasiones ambiguos. Por Fabrilo sentían autentica locura las mujeres que le veían pasear por las calles de Madrid o Valencia. Como la envidia es algo muy pernicioso, el éxito que tuvo con las mujeres hizo que en aquellos años comenzasen a circular murmuraciones masculinas sobre su presunta homosexualidad. Murmuraciones que él se encargaba de tirar por tierra cada tarde cuando salía a los ruedos. Un mundo este de los toros, siempre tan machista, no podía asimilar que un torero con tantos arrestos tuviera la etiqueta de maricón y que además tuviera un éxito extraordinario con las mujeres, como después veremos.
El caso es que Julio Aparici “Fabrilo”, demostró que no era homosexual. Hace años publiqué en estas mismas páginas, que murió a consecuencia de la cornada recibida en la plaza de Valencia en 1897. Curiosamente su centenario coincidió con el sesenta y cinco aniversario de la muerte del también valenciano Manuel Granero y el cincuentenario de Manolete. A Fabrilo lo hirió mortalmente el 27 de mayo del citado año un toro de José Manuel de la Cámara de nombre Lengüeto, pero en este mortal percance hubo un condicionamiento que también persiguió a Manolete: la animadversión de los públicos hacia el torero. La fiebre de los tendidos se debió al hecho de que Fabrilo mantenía una relación sentimental, un amor ilegal con la marquesa de Fuente el Sol, y el público de toda España había tomado partido por Pilar Teruel, la esposa burlada. Un sentimiento parecido al que ahora el pueblo siente hacia Belén Esteban y Jesulin de Ubrique. Esta circunstancia hacía que el público fuera con él mas exigente que con los demás toreros de la época, circunstancia por la cual el corría mayores riesgos en los ruedos que cualquier otro torero. Como el “chusmerío” de los circos romanos, el constante griterío de cada tarde exigió su inmolación y él un día, agotado por tanta incomprensión, se dejó matar.
Julio Aparici nació en el valenciano barrio de Ruzafa, el 1 de noviembre de 1866 y debió su apodo por haber trabajado en La Fabril, una industria valenciana de la segunda mitad del siglo XIX. Logró tener un cartel como torero en toda España y desde luego, su biografía está llena de claroscuros. Ya desde que trabajaba en La Fabril su inmensa belleza clásica de efebo griego, le creo fama de maricón entre sus compañeros. Era un hombre simpático y locuaz, y su simpatía en el trato con hombres, mujeres y jefes le creaba envidias constantes que desembocaron en su catalogación de homosexual. En la revista La Lidia se decía de él: “Toda su planta física, desde los pies, delicados y diminutos, hasta la cabeza, de negro, brillante y ensortijado pelo, era en él armonía suave y mesurada como la del fauno joven y delicioso”. Sin embargo en las litografías que sobre él se publicaron en La Lidia lo retratan con pelo liso y con una larga coleta natural. Pero el relato de su vida y su belleza han tenido cantores que llevados por su exaltación literaria, exageraron bastante su estampa de hombre provocador de deseos tanto femeninos como masculinos. En una crónica taurina de la época del periódico La Juventud de Castellón se dice de él lo siguiente: “la buena planta de Fabrilo saca de sus casillas a muchas de nuestras pollitas. Les aconsejo que no lo tomen tan a pecho. Tienes por Fabrilo muchas simpatías y no es esto muy simpático a los ojos de nuestros pollos y hasta de nuestros gallos”.
Fabrilo debutó en Madrid un 27 de febrero de 1887, alternando en el cartel con Guerrita y Ecijano, y mató un novillo de Veragua y otro de Antonio Hernández. Las crónicas de la época (Sol y Sombra y La Lidía, concretamente) consultadas para poder contarles esta historia dijeron que había toreado lúcidamente con la muleta y que había banderilleado de forma magistral. Aquella tarde le dio un baño a Guerrita con el capote, muleta y, lo más sorprendente, con las banderillas, pero lo que quedó en el ambiente, según la crónica consultada, fue esta frase: “Tiene cara de mujer bonita”.
Es cierto que era un hombre con una gran sensibilidad pues hasta se diseñaba él mismo sus propios trajes de torear, elegía los colores y la combinación de estos. El día que lo mató el toro Lengüeto (de la ganadería de José Manuel de la Cámara) vestía de grana y oro y cuando apareció por la puerta de toriles, creó auténtica sensación entre el público, fundamentalmente entre las mujeres. Lo curioso del asunto es que su hermano pequeño, el novillero Paco Aparici murió el 30 de abril de 1899 al ir a banderillear y llevaba el mismo traje de grana y oro con el que encontró la muerte su hermano Julio. Casualidades… o cosas del destino…?. José María de Cossío dijo de Julio que “se distinguía por su elegancia y tacto en el vestir, causando admiración entre los espectadores los maravillosos trajes con los que se presentaba en las plazas”.

miércoles, 20 de enero de 2010

“EL GADITANO BERNANDO GAVIÑO, MURIO DE UNA CORNADA EN TEXCOCO (MEXICO) CON SETENTA Y TRES AÑOS”


Por El Zubi
Bernardo Gaviño Rueda fue un matador de toros nacido en Puerto Real (Cádiz) el 20 de agosto de 1812 y murió en México con setenta y tres años el 11 de febrero de 1886 a consecuencia de una cornada recibida diez días antes en la Plaza de Toros de Texcoco. Sus primeras lecciones de torería las recibió de un torero llamado Juan León “Leoncillo”, pariente lejano de él, en el Matadero de Sevilla. Estuvo más tarde a las órdenes del maestro Bartolomé Ximenez y del novillero Francisco Benítez Sayol.
Por razones poco claras se marchó a América en el año 1835 para no volver jamás a España. Allí anduvo toreando por distintos lugares hasta que fijó su residencia en México capital, donde contrajo matrimonio y vivió toda su vida.
El 31 de enero de 1886, con setenta y tres años de edad, fue contratado para torear una corrida en Texcoco, un mano a mano junto al matador José de la Luz Gavidia, con reses de la ganadería de Ayala. El anciano maestro de Puerto Real vestía para la ocasión un terno negro con adornos de seda negra. La mortal herida le sobrevino al lidiar al tercer toro, negro zaino "meleno", bien encornado y ligero de peso. De salida mostró buenas maneras, pues era un toro bravo y nervioso, con acometividad, que tomo ocho puyazos y mató dos caballos y metió el miedo en el cuerpo a la cuadrilla de Gaviño.
El viejo maestro gaditano estaba contento con el burel que le tocó en suerte, ya que además de bravo vio que el animal tenia recorrido. Le hizo una buena lidia y una buena faena que entusiasmó a los parroquianos. Llegada la hora de la verdad, el anciano torero armó su muleta y se fue completamente solo con serenidad a la cara del toro. Gaviño trató de cuadrarlo trasteándolo con la muleta y al rematar un pase, el bicho se revolvió con rapidez sorprendiendo al torero que por su edad andaba ya muy escaso de facultades y reflejos. El torero fue enganchado por la espalda, suspendido y engatillado durante varios segundos en el aire, resultando corneado cerca del ano en el lado derecho, zona que técnicamente se denomina por los médicos “región anatómica del hueco isquio rectal”. A pesar de tan dolorosa herida, que al momento le produjo una abundante hemorragia, el viejo y valiente torero se puso de pie y se percató de la gravedad de la cogida, ya que se llevó la mano a la zona y se la vio ensangrentada. No se acobardó y por su propio pie y con gallardía se retiró a la enfermería, donde hora y media después del percance le practicaron la primera cura, echado en un jergón de heno por camilla. A las pocas horas su estado se agravó a causa de la inevitable infección. Después de dos días en este estado el viejo torero de Puerto Real deliraba a causa de las altas fiebres, hablando de asuntos de tauromaquia y de percances ocurridos a lo largo de su carrera. Tres días después de ser herido el torero es trasladado de la enfermería de Texcoco a su casa en México, y allí murió ocho días después, el 11 de febrero de 1886.
Bernardo Gaviño Rueda, fue un gran torero muy querido por la afición mexicana, ya que muchos escritores de la época lo daban como natural de México, pero en realidad fue un valiente torero andaluz más, que quiso probar suerte en tierras americanas y se quedó allí para siempre. Sé que en su pueblo natal Puerto Real, se le recuerda con cariño y saben toda la historia de este valiente torero gaditano que en México vivió y murió.

martes, 19 de enero de 2010

SOBRE LA MUERTE DE UN TORERO: JOSE TOMAS REINA RINCÓN


Por El Zubi

Si la muerte de un torero en los ruedos, corneado por un toro, ya es de por sí dolorosa, dramática y sentida para cualquier aficionado que ama la Fiesta, cuando está se produce fuera de ellos, en un país lejano y a manos de unos delincuentes desalmados, nos llena a todos de consternación, indignación y mala leche. Porque un torero, puesto a perder la vida, o se muere en la plaza, en el “hule” o de viejo ya retirado, pero a manos de unos “chorizos” por robarle unos dólares es casi como un sacrilegio.
Este es el caso de ese desdichado muchacho de Ciudad Real, ese torero de 22 años llamado José Tomás Reina Rincón, que se fue al Perú a abrirse un camino, ganarse unos dinerillos y labrarse un nombre en América, y lo único que encontró fue la muerte a manos de la propia Policía. Ocurrió la noche del martes 2 de julio del 2002. El pobre muchacho murió como un perro, apaleado hasta la muerte en pleno parque Central Kennedy de Miraflores, y arrojado su cuerpo al mar. Seis días después de su desaparición se encontró su cadáver en la playa de Waikiki, descompuesto y desfigurado, y sin los 1.400 dólares que se había ganado días antes toreando en la Feria de Chota, donde había logrado cortar dos orejas. Una actuación tan buena que le había valido un nuevo contrato en Trujillo que ya no pudo cumplir porque lo habían matado unos “chorizos” peruanos.
La muerte de este torero en esta “plaza de la vida” me afectó bastante, tanto... que he reflexionado mucho sobre la situación que atraviesan muchos toreros jóvenes que acuden a Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, México... o a Pernambuco, en busca de ese hueco en la profesión que le niegan unos cuantos en su propio país. Me vienen a la cabeza nombres como el de Mari Paz Vega, que es un ídolo de la afición hispanoamericana mientras que en su país a penas si ha podido torear aún… por ser mujer. O el caso del cordobés Juan de Dios de la Rosa que se fue andando desde Córdoba a Madrid para pedir una oportunidad porque no tenía ni quien lo apoderara. A mí me consta que ese torero, Reina Rincón, tenía madera para haber triunfado, si hubiera tenido un poco mas de ayuda de instituciones, empresarios y sectores taurinos de su propia comunidad manchega.
Estos jóvenes toreros están tirados. Ya no les dejan ni siquiera las migajas de las ferias de los pueblos, pues esas también son para los “figurones” de las otras grandes ferias. Mucha culpa de lo que esta ocurriendo con estos toreros de los últimos puestos del escalafón, la tenemos los propios aficionados, que solo queremos ver a El Juli, a Morante, a Tomás, Ponce y demás figuras que colman los primeros puestos del escalafón taurino, cuando esos toreros modestos cumplen casi siempre delante del toro incluso mejor que los primeros figuras de cartel. Por eso pienso que deben de ser las instituciones (Ayuntamientos, Peñas y Clubes Taurinos) los que deben de cuidar a los jóvenes valores locales, para que a la hora de organizar impongan siempre a sus toreros frente a los “figurones” de fuera. Se trata de una apuesta por el futuro.
La muerte de Reina Rincón debería de haber servido al menos, para sacudir las conciencias de esos empresarios desaprensivos y usureros, que cobran por torear a los chavales que no tienen nombre encima de que se juegan la vida. Empresarios que sólo piensan en el dinero y en la taquilla y que no apuestan por un futuro digno para la Fiesta. En realidad a muchos de ellos las Fiesta en sí les importa un pito. ¡Ay!... que mal repartido esta el mundo. Unos con tanto y otros con tan poco... y para colmo de males, a Reina Rincón le robaron lo poco que había ganado y lo más valioso para cualquiera: le robaron su propia vida.

lunes, 18 de enero de 2010

Una mujer con corazón de león: ANGELA HERNANDEZ CONSIGUIO QUE LAS MUEJERES TOREASEN DE NUEVO EN ESPAÑA


Por El Zubi

El 10 de agosto de 1974 el Ministerio de la Gobernación, a la sazón dirigido por Carlos Arias Navarro, decretó la suspensión del artículo 49 párrafo C del Reglamento Taurino que prohibía torear a pie a las mujeres en España desde hacía 34 años. Y esta fue una batalla ganada sólo y exclusivamente por una torera brava, luchadora y con agallas llamada Ángela Hernández, una mujer con mucho mérito y carácter, que tal vez no pasará a la historia de la tauromaquia femenina por sus cualidades artísticas, pero si lo ha hecho en virtud a su gran afición, decisión, audacia y perseverancia, pues gracias a ella las mujeres pudieron conseguir de nuevo el derecho a torear a pie en España. No obstante, y en honor a la justicia hay que decir, que Ángela tuvo lo que muchos toreros de hoy en día no tienen: una enorme afición, una bravura y un valor de titanes y una gran técnica adquirida en el ejercicio de la profesión. Los elementos esenciales para ser un gran torero. Fueron unos tiempos muy difíciles para las mujeres que querían torear y sin embargo, la alicantina tuvo las agallas de no desfallecer y la fortaleza de los elegidos para luchar por lo que creían con la fuerza del corazón. Estamos habando de un caso excepcional: de una mujer con corazón de león. La batalla de Ángela en los despachos oficiales y en los tribunales de justicia fue tal vez más grande que la realizada en los ruedos, y todas las mujeres que desde entonces han toreado y torean en España tienen y tendrán una deuda impagable con ella, con esta valiente y rubia alicantina, torera donde las haya. Su cruzada en los tribunales la hizo de la mano del abogado José Briones (hermano de Carlos Briones director entonces de El Ruedo), que la inició el 29 de febrero de 1972 cuando presentó la petición de Ángela reclamando su derecho a torear a tres entidades: al presidente del Sindicato Nacional del Espectáculo, al Ministro de la Gobernación y un tercer escrito al Ministro de Trabajo. Fueron cerca de tres años de tiras y aflojas, de lanzarse uno a otro la pelota a su tejado, de mentiras, de capotazos, desplantes, de adhesiones, recogidas de firmas entre toreros, ganaderos y empresarios, contradicciones, de marear papeles... hasta que Carlos Arias Navarro la autorizó. Fue un sábado de mediados de agosto de 1974, cuando hacia las ocho de la tarde, la Agencia de noticias CIFRA transmitía por sus teletipos esta noticia: “LAS MUJERES PODRAN SER TOREROS”. Así fue como el 12 de agosto aparecía en la página 16.608 y 16.609 del número 192 del B.O.E. la orden 15.701, de 10 de agosto de 1974, por la que se suprimían las limitaciones impuestas a la mujer para participar en los espectáculos taurinos, suprimiendo el párrafo segundo del apartado C del artículo 49 del Reglamento de Espectáculos Taurinos. Ángela ya podía torear.
Maria de los Ángeles Hernández Gómez, nació en Alicante el 2 de agosto de 1946. Se crió en Algeciras donde su padre prestaba servicio como Guardia Civil. Quedó huérfana de padre y madre a los quince años. Menor de seis hermanos trabajó duro en el campo, recogiendo tomates y vendiendo patatas, así como “parisién” en las playas algecireñas y repartiendo periódicos a domicilio. Así lo recuerda ella: “me crié en un cuartel. Mi padre me llevaba a la plaza de toros con el piquete. Allí conocí a Paquito Esplá, que me dio las primeras lecciones de toreo. También me han ayudado Enrique Beltrán y Manzanares, padre de José Mari”. Con 16 años se va a Madrid, allí consigue trabajar como extra en algunas películas: “fue por entonces cuando doble a Marisol”. Años más tarde hizo de Claudia Cardinale en “Las Petroleras” doblando a la actriz italiana en las escenas mas arriesgadas y también en el rodaje de “Las Amazonas” película protagonizada por el hijo de Robert Mitchum. Se prepara en Sevilla como rejoneadora en el campo, en la finca de Muñoz Guerra, en Trebujena. Forma pareja como rejoneadora con Amalia Gabor y actúan con éxito en Sevilla, Marbella, Puerto de Santa María, Manzanares, Segovia, Andorra y algunas plazas de Francia. En 1965 ya es una reputada rejoneadora, pero tiene la espina clavada de no poder hacer lo que mas le gusta que es torear a pie. Por eso se va a Hispanoamérica donde el público se entusiasma con ella llamándola cariñosamente Angelita o Angelilla.
A su regreso de Sudamérica inicia su batalla en los tribunales para poder torear a pie. Pasa un clavario, perdiendo muchos contratos y estando casi tres años en el dique seco. El 3 de abril de 1973 varios diarios, como La Voz de Asturias publicaban la siguiente noticia: “El Cordobés, a través de Paco Ruiz apoderará a Ángela Hernández”. Y Manuel Benítez se convierte en su mejor mentor y protector ayudándola desde entonces siempre que pudo. Debutó en España como torera a pie el 15 de septiembre de 1974, en un festival en Jerez de los Caballeros, con Antonio Lebrija, Pepe Cámara, Antonio Medina y el malogrado José Cubero “Yiyo”, con novillos de Martín Berrocal y Prieto de la Cal. Cortó las orejas de su enemigo ese día. A partir de ahí cosecho innumerables éxitos tanto en España como en Francia y América. En Córdoba se presentó el 1 de junio de 1975 con novillos de Ana Romero, alternando en los carteles con Tomás Moreno “El Tempranillo”, de Belmez, y Antonio Beneto “El Mesías” de Córdoba. A ella se le anuncia como torera de Algeciras, cuando en realidad es nacida en Alicante. Su actuación no defraudó pues conquistó al público cordobés con su valor y su entrega.
Ángela Hernández tuvo varios percances graves en los ruedos a lo largo de su carrera, como el ocurrido en Elche y Jerez. También tuvo un grave accidente de coche. Pero el percance más grave fue el ocurrido en Huesca el 14 de agosto de 1975: una fisura en la quinta vértebra lumbar le causó una parálisis en las piernas. Operada con éxito tardó tres años en recuperarse tras pasar un año atada a una silla de ruedas. Toreó por última vez en España el 19 de junio de 1977 en San Sebastián de los Reyes (Madrid), muy mermada ya en sus facultades por las tremendas cogidas que sufrió a lo largo de su carrera. Toreó 300 corridas en su larga y accidentada carrera. Tuvo 17 percances y dejó una estela muy digna como torera brava y valiente, sobre todo por ser la primera mujer que toreó con picadores tras el permiso de 1974. Entró en sorteo con los hombres sin ninguna ventaja por ser mujer y toreó en las plazas más señeras de España. Ángela en la actualidad sigue ligada al mundo del toro, pues es la mayoral de la ganadería de reses bravas de doña Maria Palma en El Garrobo, cerca de Guillena (Sevilla).